Tal día como hoy… 2 de enero de 1871 juraba la Constitución española como rey de España Amadeo I de Saboya
El 2 de enero de 1871 juraba la Constitución española como rey de España Amadeo I de Saboya, conocido como el rey «caballero» o el rey «electo». Llegaba con mal pie tras la muerte como consecuencia de un atentado, tres días antes, del general Prim, que había sido su principal valedor.
CV / El cúmulo de circunstancias que habían llevado a un hijo del rey de Italia –recién unificada por entonces- fueron de una excepcionalidad tal que solo se podían haberse dado en un país tan atribulado políticamente como la España del siglo XIX. Aunque lo de buscar un rey para un país no había sido una rareza en la Europa de los siglos anteriores, sí lo era en un país que acababa de echar a la dinastía anterior tras una revolución y sin que mediara ninguna guerra dinástica.
Aunque lo de buscar un rey para un país no había sido una rareza en la Europa de los siglos anteriores, sí lo era en un país que acababa de echar a la dinastía anterior
Guerra dinástica lo había sido en España 170 años antes la Guerra de Sucesión, que entronizó a los borbones franceses. Y también nuevas dinastías regias habían ido surgiendo en Europa por distintas razones. Por extinción de la dinastía reinante, como sería el caso de los Estuardo en Inglaterra, substituidos por la dinastía alemana de los Hannover a principios del siglo XVIII, o por también por la aparición de nuevas naciones, como la Grecia independizada del Imperio otomano a principios del XIX, con un príncipe alemán puesto como rey heleno por las potencias europeas. Pero que tras una revolución que echa a una dinastía se traiga a otra que para nada había pedido vela en el entierro, eso es más bien inédito y constituye uno más de los episodios que marcan la especificidad del recorrido histórico hispano.
A Isabel II no se la echó por ser una Borbón, ni porque los carlistas prefirieran a su propio pretendiente en liza por la Corona ni nada de esto, sino por razones políticas de mucho más calado, que tienen que ver con lo que los borbones representaban y con el fracaso parcial de la modernización en la España del XIX, que se arrastraba desde los tiempos de Fernando VII. El gran problema es que una cosa era echar a una reina desprestigiada, y otra muy distinta decidir qué se hacía después de haberla echado.
Tras la revolución «Gloriosa» de 1868, los distintos bandos que habían participado unidos contra Isabel II empezaron a enfrentarse
Tras la revolución «Gloriosa» de 1868, los distintos bandos que habían participado unidos contra Isabel II empezaron a enfrentarse precisamente porque muchos de los modelos que se planteaban estaban tan contrapuestos entre ellos como lo habían estado con el de la monarquía defenestrada: republicanos federalistas y republicanos unitarios, monárquicos moderados partidarios de un parlamentarismo moderado –con un florido repertorio de candidatos regios-, radicales, progresistas… Todo ello sin olvidar a los absolutistas, ya fueran carlistas, legitimistas o foralistas. En definitiva, lo que Emilio Castelar definió algún tiempo después “(…) como si las fórmulas del derecho moderno fueran conjuros de la Edad Media”; una lúcida afirmación que, cual maldición eterna, sigue siendo lamentablemente de rabiosa actualidad. A España, en definitiva, le pasaban factura sus asignaturas pendientes…
El hombre fuerte del momento y presidente del gobierno provisional, el general Prim, apostó por un modelo monárquico parlamentario que quedó reflejado en la Constitución de 1869. Se buscó entonces entre los miembros de distintas dinastías europeas. Se propuso al rey de Portugal -en la idea de una reunificación peninsular-, que declinó la oferta, y a un príncipe alemán Hohenzollern, cuya disposición a aceptar provocó ni más ni menos que la Guerra Franco-prusiana… Al final, fue «elegido» rey el segundo hijo del rey de Italia, de la casa de Saboya, Amadeo I.
Fue un rey respetuoso en todo momento con la Constitución, y abdicó cuando se le impuso que la suspendiera
Su reinado duró apenas dos años. Privado del que se suponía que iba a ser su «Bismark» particular –el general Prim-, su llegada fue recibida con frialdad e indiferencia. El galimatías político español era de tal envergadura que pronto entendió que allí no pintaba nada. Fue un rey respetuoso en todo momento con la Constitución, y abdicó cuando se le impuso que la suspendiera para hacer frente a la insurrección carlista. Regresó a su Italia natal y murió en 1890, a los 44 años de edad, tras contraer una pulmonía. El mismo día de su abdicación, el 11 de febrero de 1873, se proclamaba la República. Nunca podremos saber qué hubiera ocurrido durante su reinado de no haberse producido el asesinato de Prim.
Tres años después de la fecha de su juramento de la Constitución, el 2 de enero de 1874, el presidente de la República, Emilio Castelar, anunciaba también su dimisión y precipitaba el final de la república con golpe de estado del general Pavía. Concluía con ello el Sexenio Revolucionario.