Arthur Schopenhauer

Arthur Schopenhauer en 1859, a los 71 años de edad. Fotografía de J. Schäfer. / Wikimedia

Tal día como hoy… 22 de febrero de 1788 nacía Arthur Schopenhauer

 

El 22 de febrero de 1788 nacía en la ciudad libre alemana de Danzig -hoy Gdansk, Polonia- Arthur Schopenhauer, uno de los filósofos más renombrado del siglo XIX, que se opuso a la hegemonía del Idealismo alemán, particularmente contra Hegel, y que ejerció una gran influencia en el pensamiento de Friedrich Nietzsche.

 

CV / Schopenhauer fue sin duda un pensador controvertido y polémico, como controvertida y polémica era su propia personalidad. Para muchos fue la expresión del irracionalismo filosófico, para otros un filósofo con mayúsculas.

Era hijo de un acaudalado comerciante, anglófilo, liberal y opuesto al militarismo prusiano. Tuvo una educación selecta, con viajes y estancias en Inglaterra incluidos. Fue un personaje culto, hablaba varios idiomas y era un enamorado del Siglo de Oro, muy especialmente de Calderón. Incluso tradujo al alemán obras de Gracián. Estudió Ciencias Naturales y se doctoró en Filosofía ante un tribunal en el que estaba su bestia negra filosófica, Hegel.

Sus comienzos filosóficos fueron difíciles. Schopenhauer dijo inspirarse siempre en tres modelos, Buda, Platón y Kant

Sus comienzos filosóficos fueron difíciles. Su padre quería que se dedicase a la profesión de comerciante para que heredara el negocio; su madre, en cambio, amiga de Goethe y autora de novelas románticas, le animó a proseguir con sus estudios filosóficos. No parece que se lo agradeciera demasiado, porque tras la muerte de su padre se enemistó con ella. Schopenhauer dijo inspirarse siempre en tres modelos, Buda, Platón y Kant. De Buda tenía un ejemplar de los Upanishads –confundiendo en parte el budismo con el hinduismo de los Vedas-, de Platón creyó seguir su faceta más espiritualista, de Kant se basó en la primera edición de la Crítica de la Razón Pura.

Se doctoró con su primera obra ‘Sobre la cuádruple raíz del Principio de Razón Suficiente’ (1819), Impartió docencia en la Universidad de Berlín, que tuvo que abandonar por falta de alumnos, entre otras razones porque puso intencionadamente sus clases a la misma hora que las de Hegel, con el consiguiente fracaso que todavía le indispuso más con aquél. Conoció a Goethe en Weimar, con el cual escribió una teoría sobre los colores que luego publicó. Y a Lord Byron en un viaje por Italia.

Claramente pesimista con respecto a la condición humana, siempre afirmó que, colectivamente hablando, la humanidad tenía el destino que se merecía

Especulando sobre los conceptos de Kant, interpretó que la «cosa en sí» y la «desconocida raíz común», el estado atético previo a la ruptura sujeto-objeto que surge de la reflexión, nos llevaban al Uno-todo que es la Voluntad. Pero esta voluntad puede ser en el hombre intelectiva o empírica. La más usual es la empírica, que nos lleva al egoísmo y a la insatisfacción permanente, convirtiéndonos no ya en voluntad de esto o de aquello, sino en voluntad de voluntad.

Claramente pesimista con respecto a la condición humana, siempre afirmó que, colectivamente hablando, la humanidad tenía el destino que se merecía. Solo los privilegiados, los que siguen la recta senda de la voluntad intelectiva, alcanzan la sabiduría desprendiéndose de su propio yo, estéticamente en la música, éticamente en la renuncia, el ascetismo. Un ascetismo que no practicaba por su parte, todo hay que decirlo…

Su obra más importante es ‘El mundo como voluntad y representación’, en la cual hace su particular interpretación de la filosofía de Kant, en cierto modo también, aun sin reconocerlo, tamizándola con Hölderlin. Tuvo que pagarse la impresión y apenas vendió algunos ejemplares, se dice que algunos por cuenta de él mismo. Desde su huida de Berlín cuando la epidemia de cólera que acabó con Hegel (1831), se trasladó a Frankfurt, donde vivió sedentariamente el resto de su vida. No fue hasta el final, ya en su madurez, cuando alcanzó la fama gracias a un libro de ensayos que tituló ‘Parerga y Paralipómena’, precisamente su obra de menor valor filosófico, en el cual vierte opiniones misóginas, ocultistas, misantrópicas, según la temática sobre la cual verse cada ensayo.

No fue hasta el final, ya en su madurez, cuando alcanzó la fama gracias a un libro de ensayos que tituló ‘Parerga y Paralipómena’

Su misoginia no estaba reñida con un cierto «donjuanismo». En cierta ocasión, estaba esperando en su casa una cita amorosa cuando sorprendió a su casera espiándole. La echó escaleras abajo. La anciana le demandó judicialmente por lesiones permanente, y Schopenhauer fue condenado a pasarle una pensión de por vida. Cuando años después la señora murió de vieja, Schopenhauer anotó lacónicamente en su diario la siguiente frase: Obit anus, abit onus, que significa en latín: «muerta la vieja, liberado de la deuda». En los últimos años de su vida, habiendo alcanzado la fama, atemperó su irascible carácter. Murió el 21 de septiembre de 1860, de un fallo cardíaco, a los 72 años en Fránckfort.

Jorge Luis Borges dijo de Schopenhauer que fue el único filósofo que tenía razón.

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