Batalla de Insandlwana

Representación de la batalla en Illustrated London News / Wikimedia

Tal día como hoy… 22 de enero de 1879 se iniciaba la Batalla de Insandlwana

 

El 22 de enero de 1879, en Insandlwana –actual Sudáfrica-, una columna británica de 1700 «casacas rojas» era aniquilada por un ejército zulú de 20.000 soldados. Lanzas y flechas contra fusiles y cañones. Fue la mayor humillación militar británica del siglo XIX. Y la excusa con dosis de épica heroica que justificó la posterior destrucción del reino zulú.

 

CV / El Imperio zulú fue la estructura política más importante a la que se enfrentaron los británicos en su ocupación de lo que hoy es la República Sudafricana. Los primeros colonizadores habían sido los portugueses, seguidos luego por los holandeses. Desde principios del siglo XIX los británicos sometieron a ambos y se hicieron con el control del territorio, clave para el dominio de la ruta naval hacia la India y extremo oriente. Paralelamente, en el interior, surgía el imperio zulú de la mano del legendario rey Shaka, que forjó a sangre y juego un reino que provocó el desplazamiento de los pueblos invadidos hacia las zonas colonizadas por los blancos.

En 1879, el rey de los zulúes era Cetshwayo. Controlaba una superficie de aproximadamente 150.000km2 y una población de un millón y medio de habitantes

En 1879, el rey de los zulúes era Cetshwayo. Controlaba una superficie de aproximadamente 150.000km2 y una población de más o menos un millón y medio de habitantes, con un ejército «personal» de más de 50.000 guerreros. Cuando los británicos dejaron de considerar Sudáfrica una simple escala en la ruta hacia la India e iniciaron la penetración colonial para hacerse con los abundantes recursos naturales de la región, el conflicto no tardó en estallar. En realidad, los propios británicos habían «coronado» en 1872 a Cetshwayo como rey de los zulúes, ayudándole decisivamente en la guerra civil contra su hermano Mbulazi, al cual, según la leyenda, mató personalmente con sus propias manos.

Para los británicos, el trato con los zulúes era bastante similar al que los norteamericanos tenían en aquellos mismos tiempos con los indios de las praderas. Se fomentaba la rivalidad entre los clanes dominantes, apoyando a unos contra otros, de manera que siempre los tratados de paz fueran cada vez más favorables a los intereses de Gran Bretaña. Pero Cetshwayo se hizo demasiado poderoso, y los británicos exigieron la disolución de su imperio. Cetshwayo, obviamente, no solo se negó a ello, sino que les declaró la guerra, que era precisamente lo que Inglaterra estaba esperando.

La batalla de Isandlwana, por Charles Edwin Fripp. /(c) National Army Museum; Supplied by The Public Catalogue Foundation

Gran Bretaña se planteó la guerra como una campaña militar de invasión, desplazando hasta 20.000 soldados a la zona. Teóricamente, el enfrentamiento iba a ser entre un ejército moderno contra nativos con lanzas y flechas. Una columna británica de 2.200 –1.700 británicos y 500 guerreros de tribus rivales de los zulúes- se adentró como avanzadilla en territorio zulú y fue sorprendida en Insandlwana por un ejército zulú de 20.000 guerreros. Los zulúes estaban mal armados, en comparación a los británicos, pero la superioridad numérica y el efecto sorpresa les permitió aplastar a la columna británica, que fue literalmente aniquilada.

Los zulúes estaban mal armados, en comparación a los británicos, pero la superioridad numérica y el efecto sorpresa les permitió aplastar a la columna británica

La noticia de la derrota se tomó en la metrópolis como una humillación. La prensa empezó a cargar contra el gobierno por su mala gestión y el primer ministro Benjamin Disraelí –el político victoriano por excelencia- tuvo que presentar su dimisión. Y también hubo que improvisar las debidas mitigaciones que excusaran al honor británico de la derrota, y las correspondientes contrapartidas.

Para lo primero, las culpas se las llevó el comandante británico, Henry Pulleine, atribuyendo la derrota a su incompetencia. Sin duda no era un genio militar, pero tampoco lo era el general Chelmsford, que fue quien le envió al matadero, menospreciando la capacidad bélica de los zulúes. Y para lo segundo, es decir, para salvar la cara, se inventó la epopeya de Rorker’s Drift –una escaramuza acaecida al día siguiente en otra zona de la misma guerra-.

El 4 de julio de este mismo año, Cetshwayo fue decisivamente derrotado en la batalla de Ulundi y se rindió incondicionalmente

Pero el destino de la guerra anglo-zulú estaba decidido de antemano, el desequilibrio era demasiado ostentoso. El 4 de julio de este mismo año, Cetshwayo fue decisivamente derrotado en la batalla de Ulundi, y se rindió incondicionalmente, poniéndose al servicio de sus vencedores. Tras su muerte en 1884. Su hijo, Dinizulu protagonizó la última rebelión zulú contra los británicos. Fue también vencido y desterrado a la isla de Santa Helena,  la misma donde había pasado Napoleón sus últimos años.

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