Dogma de la infalibilidad papal

El Espíritu Santo desciende sobre el papa Gregorio I, por Carlo Saraceni, c. 1610, Roma.

Tal día como hoy… 18 de julio de 1870 el Concilio Vaticano I declaraba de dogma la infalibilidad del papa

 

El 18 de julio de 1870, en Roma, el Concilio Vaticano I declaraba de dogma la infalibilidad del papa al pronunciarse sobre cuestiones de fe. Un tema polémico desde siempre y que ha sido objeto de numerosas críticas incluso desde dentro de la propia Iglesia católica. Fue el primer concilio que se celebraba en tres siglos, desde el de Trento, que había tenido entre 1535 y 1563.

 

CV / Fue convocado por el papa Pío IX en unos momentos especialmente complicados para la Iglesia católica, que estaba a punto de perder sus últimas cuotas de poder «terrenal», que había compaginado con el «espiritual» a lo largo de algo más de mil años.

Italia se había unificado como nación política bajo la monarquía piamontesa de los Saboya, constituyendo un nuevo reino que abarcaba toda la península, excepto los llamados «Estados Pontificios», que desde el año 751 estaban bajo la autoridad política del papa, cuya extensión se había visto muy mermada por el empuje piamontés, pero que en 1870 aun seguía manteniendo bajo su soberanía la actual región del Lacio, con casi 20.000km2 y Roma como capital.

Los Estados pontificios estaban de nuevo rodeados por ejércitos italianos que esperaban el momento para rematar la unificación italiana convirtiendo a Roma en su capital

Garibaldi había intentado tomarla en dos ocasiones, fracasando en ambas por la presencia de tropas francesas de Napoleón III que «inhibieron» al ejército regular italiano. Pero en 1870. Los Estados pontificios estaban de nuevo rodeados por ejércitos italianos que esperaban el momento para rematar la unificación italiana convirtiendo a Roma en su capital.

El Concilio se convocó con objeto de debatir sobre los «errores modernos», el «galicanismo» y las relaciones entre la fe y la razón, siendo implícita a este último tema la Teoría darwiniana de la evolución, que la Iglesia combatía con todas sus fuerzas. Pero había otro tema que, sin ser explícito, iba a constituirse en la cuestión central: el establecimiento del dogma de la infalibilidad papal al pronunciarse  ex cathedra sobre temas de fe. Es decir, que el papa está preservado de error cuando promulga una enseñanza dogmática en temas de fe y moral; es decir, en la práctica, y teniendo en cuenta que la fe está por encima de cualquier otra instancia, de cualquier cosa.

El tema de la infalibilidad papal no era nuevo, sino casi tan viejo como la propia Iglesia. La habían sostenido destacados «patrísticos» como Ireneo o Tertuliano, ya en el siglo III, y la autoridad divina papal como vicario de Cristo se había reafirmado en numerosos concilios. En rigor, el primero que utilizó el término «infalibilidad» fue el fraile y teólogo catalán Guiu de Terrena –conocido también como Guido Terrena o Guy de Perpignan-, a mediados del siglo XIV. Pero nunca nadie se había atrevido a proponerlo explícitamente como dogma de fe; entre otras razones, por una estricta cuestión de coherencia argumentativa: no parece que de tal condición pueda nadie ser investido sino por una instancia superior, es decir, Dios. De lo contrario, es una declaración autorreferencial sin más…

El primero que utilizó el término «infalibilidad» fue el fraile y teólogo catalán Guiu de Terrena a mediados del siglo XIV

Y esto, claro, genera algunos problemas. El propio Pío IX había declarado en 1859 el dogma de la Inmaculada Concepción, es decir, el de la virginidad de María, la madre de Dios, pero para ello no apeló a su infalibilidad, sino a la tradición «revelada» y a concilios anteriores. Ahora se trataba de algo sustancialmente distinto. Y encontró fuerte oposición entre sus propios prelados. Al final, el 18 de julio se votó, obteniéndose el siguiente resultado: 533 votos a favor, 2 en contra y 55 que no votaron. Estos últimos comunicaron por escrito su intención de no participar y se ausentaron inmediatamente de Roma. La infalibilidad papal fue aprobada con el nombre de Constitución Dogmática Pastor Aeternus 

Muy pronto el resto de prelados siguió los pasos de los objetores y se fueron a toda prisa de Roma. Al día siguiente, el 19 de julio, estalló la guerra franco-prusiana y Napoleón III retiró sus tropas de Roma para dedicarlas a tareas más perentorias que proteger al papa del ejército italiano. Y el Concilio Vaticano I concluyó sin ser ni siquiera oficialmente clausurado. A los pocos días, los italianos tomaban Roma y los Estados pontificios llegaban a su fin. Quedó, eso sí, el dogma de la infalibilidad papal.

Precisamente a propósito de la infalibilidad papal circula todavía una broma entre teólogos, referente a uno de los máximos negadores de dicha infalibilidad, el teólogo suizo Hans Küng. Le dice un teólogo a otro teólogo: “No entiendo por qué razón Hans Küng no quiere ser papa”; a lo que le replica el aludido, “está claro, porque entonces dejaría de ser infalible”.

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