Galindo: «Se trata de idiotizar a la población destinada a una vida de precariedad»
¿A qué nos referimos cuando hablamos de ‘competencias’? Entre las acepciones que recoge la RAE, está la de «pericia, aptitud o idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado». Una definición muy acorde con las exigencias del mercado laboral pero ¿casa este significado con los objetivos ilustrados que han marcado la educación desde el siglo de las luces?
→ ‘Escuela o barbarie’ (entrevista)
Eva Serra | Catalunya Vanguardista
Recientemente publicábamos una entrevista con David Bueno con motivo de su intervención en las jornadas educativas del Sindicato de Profesores de Secundaria ASPEPC-SPS, centradas en la denominada «educación por competencias«. En dichas jornadas se debatían los pros y los contras que este modelo suscita entre la comunidad educativa. Mientras el profesor David Bueno arroja argumentos científicos a su favor, el también docente Enrique Galindo arremete contra esta corriente que, a su juicio representa el final, aunque no definitivo, de la izquierda ilustrada.
Enrique Galindo Ferrández, licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, es profesor de Enseñanza Secundaria. Es asimismo co-autor del libro Escuela o Barbarie Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda (Ediciones Akal), que junto a Carlos Fernández Liria y Olga García publicaron en 2017. Una polémica obra que denuncia que el actual modelo de escuela pública aleja a los alumnos del acceso al conocimiento y en consecuencia fabrica ciudadanos dóciles y fácilmente manipulables.

De todas las perspectivas que existen respecto a la educación por competencias, ¿con cuál se queda?
Bueno, yo mantengo una perspectiva muy crítica con lo que ha dado en llamarse desde hace un tiempo “educación por competencias”. Creo que es una forma de destruir lo poco que quedaba de herencia ilustrada en la enseñanza y convertir los sistemas educativos en meros apéndices del mercado.
En el fondo es un planteamiento que trata de adaptar la mano de obra a las condiciones de un mercado laboral cada vez más precario
Se suele decir que mediante el planteamiento por competencias se trata de preparar mejor para la vida, para resolver problemas y desenvolverse en el mundo actual y futuro. Nadie estaría en contra de eso. El problema, desde mi punto de vista, es que esto no es cierto. En realidad se trata de otra cosa mucho más siniestra. En el fondo es un planteamiento que trata de adaptar la mano de obra a las condiciones de un mercado laboral cada vez más precario y además procurando desarmar intelectualmente a los futuros trabajadores para evitar eventuales problemas. Forma parte de una ingeniería social a gran escala para producir el tipo de trabajador que el capitalismo financiarizado necesita.
Desde el punto de vista antropológico, eso solo puede conducirnos a la deshumanización y al desastre. Por mucho que lo quieran disfrazar retóricamente presentándolo como un avance, e incluso como una revolución educativa, en cuanto rascas un poco la superficie te encuentras con la cruda realidad: se trata de idiotizar a la población destinada a una vida de precariedad para que la asuman sin rechistar e, incluso, sonrientemente.
Los docentes estamos acostumbrados a que desde el mundo de la pedagogía se nos acuse de no saber motivar a los alumnos
La insistencia machacona en la “gestión de las emociones” que tanto gusta a los defensores del planteamiento competencial hay que verla, en este contexto, como una versión actualizada del permanente intento de los poderosos de lograr la “servidumbre voluntaria” de sus subordinados.
La pedagogía moderna basa su credo en la motivación del alumnado. ¿Cuáles pueden ser sus resultados?
La motivación es un factor muy importante para el aprendizaje, no cabe duda. Sin embargo, la pedagogía dominante, que creo que es a la que se refiere en su pregunta, hace depender la motivación siempre o bien de las meras ganas subjetivas, o bien de factores extrínsecos al alumnado y ajenos a su control y al propio conocimiento, como si éste fuera algo rechazable de por sí y que hay que enmascarar de alguna manera para que el alumno se lo trague.
Los docentes estamos acostumbrados a que desde el mundo de la pedagogía se nos acuse de no saber motivar a los alumnos. Ahora todo tiene que ser divertido, prima el mensaje del “aprender sin esfuerzo”. Lo que suele olvidarse en este tipo de planteamientos, de corte en el fondo muy rousseauniano, es que además hay otro tipo de factores, como la disciplina de la voluntad o el propio poder motivador del conocimiento. Hay veces que hay que estudiar sin ganas y que, tras el esfuerzo, llega el milagro de la comprensión.
Hay veces que hay que estudiar sin ganas y que, tras el esfuerzo, llega el milagro de la comprensión
Experimentar ese momento en el que un problema o un argumento que se te resistía de repente te resulta claro y comprensible es de las cosas más motivadoras que existen. Pero para llegar a ello hace falta primero dedicación y esfuerzo. La pedagogía suele plantearlo al revés exactamente. El resultado es que muchos alumnos se quedan en la pura pasividad, esperando a que les motiven. Además rehúyen el esfuerzo, se acomodan y no adquieren la capacidad de autodisciplina. Muchas veces los docentes caemos en la trampa y les vamos haciendo las cosas cada vez más fáciles, intentando que así se motiven un poco más, pero termina siendo una espiral perversa que no hace ningún bien.
Creo que la motivación hay que conjugarla también con la noción de deber. El deber del estudiante es estudiar, esté más o menos motivado. Si lo está, mucho mejor, pero si no lo está tanto, sigue siendo su deber, y esto hay que hacérselo comprender desde el principio. De lo contrario los estamos estafando.

¿Hay saberes inútiles?
Depende de lo que se entienda por “inútil”. Si la utilidad se ciñe a lo que sea inmediatamente rentabilizable por el mercado, entonces buena parte de las humanidades, la ciencia teórica, es decir, no aplicada, o cualquier cosa que tenga relación con la idea del saber por el saber sería inútil. Sin embargo, esos saberes pretendidamente inútiles son los que han ido conformando el acervo cultural de la humanidad, los que nos han hecho más humanos, los que han ensanchado nuestras miras…
Lo que desde el punto de vista del mercado es una pura inutilidad resulta que es lo antropológica y humanamente más interesante
Lo que desde el punto de vista del mercado es una pura inutilidad resulta que es lo antropológica y humanamente más interesante. Los que impartimos asignaturas relacionadas con las humanidades estamos acostumbrados a que los alumnos nos pregunten: “¿Y esto para qué sirve?” y nos toca hacerles ver, por decirlo de alguna manera, lo interesante que es lo desinteresado, ponerles en contacto con las grandes nociones de la verdad, de la justicia, de la belleza, que no se dejan mercantilizar tan fácilmente pero que son esenciales para seguir siendo humanos y no meras bestias de labor.
¿Considera que la izquierda ilustrada forma parte del pasado?
Lamentablemente todo parece indicar que la respuesta debe ser un sí. Pero quiero creer que todavía no es un sí definitivo. Algunos pensamos que la izquierda lleva unas cuantas décadas bastante desnortada y que hizo un muy mal negocio al regalar el grueso del pensamiento ilustrado republicano al enemigo etiquetándolo de pensamiento “burgués”.
Afortunadamente veo cada vez más voces que reclaman un replanteamiento y una recuperación de los valores que definían a la izquierda ilustrada
Afortunadamente veo cada vez más voces que reclaman un replanteamiento y una recuperación de los valores que definían a la izquierda ilustrada. Desde luego vendría bien recuperar un cierto jacobinismo y soltar lastre sesentayochista. Ya veremos si esto acaba cuajando en algún tipo de alternativa solvente.
Usted tituló su ponencia como Un caballo de Troya en la enseñanza. ¿Cree que, de alguna manera, existe una “guerra” por el poder de los sistemas educativos?
Por supuesto. Basta recordar aquellas declaraciones de alguien tan poco sospechoso de izquierdismo como Warren Buffet, cuando dijo aquello de que claro que existe la lucha de clases y que su clase, la de los ricos, va ganando por goleada. En esa lucha los sistemas educativos son esenciales para la construcción de hegemonía según los intereses de unos u otros. Ciñéndonos a ese terreno vemos cómo proliferan los eventos educativos y premios organizados por bancos, grupos de comunicación (como Atresmedia) o empresas y fundaciones privadas con intereses en controlar los sistemas educativos (Trilema, Ashoka…) que intentan colar el discurso que les interesa. Fabrican personajes mediáticos, como César Bona o David Calle, que sirvan de propagadores del nuevo evangelio pedagógico y logran ir cambiando la percepción de lo que debe ser la escuela.
Cabría preguntarse si la felicidad que venden no es, más bien, la felicidad del ignorante. A mi juicio, ese es el caballo de Troya que nos quieren colar
La cuestión es que en buena medida los sistemas educativos se definen por los fines que persiguen. No es lo mismo pretender formar ciudadanos críticos preparados para participar políticamente de forma racional en una sociedad democrática que pretender formar emprendedores flexibles y motivados para la guerra laboral del todos contra todos en un mercado cada vez más salvaje, aunque esto último se revista con la retórica de una revolución educativa preocupada por la felicidad de los alumnos. Cabría preguntarse si la felicidad que venden no es, más bien, la felicidad del ignorante. A mi juicio, ese es el caballo de Troya que nos quieren colar, sustituir la enseñanza y el conocimiento por una especie de adiestramiento laboral y asesoramiento psicológico; transformar a los docentes en “coaches” o técnicos educativos que procesan capital humano.

¿Qué ha sucedido tras la “conquista de la escuela pública” desde el siglo XVIII por parte de la ilustración europea?
La idea de una escuela pública, tal como la entendemos modernamente, es, desde luego, una consecuencia de la ilustración concebida kantianamente como “salida del hombre de su autoculpable minoría de edad” guiada por el lema “atrévete a saber”, pero no solo. También fue desde el principio un instrumento para la construcción de las naciones políticas modernas y de las economías liberales. Las relaciones entre ilustración y capitalismo son complejas y conviene distinguir bien ambas cosas.
Tenemos que distinguir desde el principio al menos tres funciones diferentes que se encomiendan a los sistemas educativos: la transmisión y difusión de conocimientos para tener una población ilustrada, la construcción de la identidad nacional para el fortalecimiento del Estado-nación y la preparación para el trabajo requerido por el sistema productivo. Desde luego las tres funciones, cultural, política y económica, para entendernos, están relacionadas entre sí y las tensiones en el campo educativo tienen mucho que ver con a cuál de las tres se le asigna el papel preponderante. Esto depende mucho de las coyunturas históricas, las correlaciones de fuerzas y las necesidades productivas del momento.
El problema principal se puede resumir en que para las elites se trata de cómo tener a la población trabajadora alejada del conocimiento y de los saberes de la cultura
El problema principal se puede resumir en que para las elites se trata de cómo tener a la población trabajadora alejada del conocimiento y de los saberes de la cultura elaborada que les permitirían gobernarse en libertad, mientras que para los trabajadores se trata de luchar por el acceso a esos mismos saberes.
Después de la II Guerra Mundial comienza el auge de la educación de masas, principalmente por necesidades productivas, y este problema se agudiza con la escolarización universal de la población. Y a finales del siglo XX, con la globalización neoliberal, las nuevas tecnologías y la robotización asistimos a una nueva vuelta de tuerca en ese conflicto. Lo grave es que las clases trabajadoras ahora no tienen quien enarbole la bandera de su acceso a la cultura elaborada, porque buena parte de la izquierda se ha empeñado en hacer el juego a los intereses de las elites asumiendo discursos pedagógicos presuntamente “progres” pero que tienen unos efectos sociales tremendamente reaccionarios.
¿Cómo interfiere la política en este nuevo escenario?
El proyecto político hegemónico en este momento es el del neoliberalismo, de eso no hay duda. Si hay una palabra que define ese proyecto es “privatización”. No solo de los servicios públicos, sino de los problemas y conflictos sociales que se reconducen a problemas privados de índole psicológica. De ahí el auge del asesoramiento psicológico, la gestión emocional, el pensamiento positivo, el coaching y demás cosas por el estilo. Algún autor ha hablado, en este sentido, de que estamos en la era de la colonización de las conciencias.
Entonces, si la política tiene sentido como preocupación racional por los asuntos comunes, los que nos afectan a todos, vivimos un periodo de despolitización, de promoción de la idiocia en el sentido clásico del término (el del idiotés de la Grecia antigua, el que se desentendía de lo común para ocuparse solo de lo suyo). Hace poco un psicólogo muy sensato decía que mucha gente acude a su consulta cuando lo que en realidad necesita es afiliarse a un sindicato.
Como de todas formas hay que mantener la ilusión de democracia, se acentúa la demagogia y la política-espectáculo
En estas circunstancias la clase política se va degradando a la condición de puros tecnócratas, que aplican y adaptan las políticas decididas de antemano en los foros e instancias internacionales. Como de todas formas hay que mantener la ilusión de democracia, se acentúa la demagogia y la política-espectáculo. Aquí la infantilización de la que habló Vera Sacristán en su ponencia es una pieza clave, porque permite que el demagogo (conductor de pueblos, literalmente) se aproveche de la labor previa del “pedagogo” (conductor de niños) que le ha preparado el terreno con un discurso que desprecia el conocimiento y ensalza las emociones. Una población crecientemente infantilizada de esta forma es fácilmente manipulable mediante los estímulos emocionales que convengan en cada caso para dirigirla donde las elites quieran. Creo que esto puede ayudar a entender el auge de los diversos populismos y los fenómenos políticos que vemos últimamente.
Entonces, se puede fabricar al ciudadano…
Claro, de hecho se fabrica. Todo sistema de poder intenta fabricar al ciudadano que le conviene para perpetuarse y de su mayor o menor eficacia en ese intento depende su supervivencia como sistema. Lo que ocurre es que la idea ilustrada de ciudadanía está en vías de extinción y está siendo sustituida por la noción de “emprendedor”, del individuo privatizado que gestiona su vida como una empresa, que se convierte en “empresario de sí”. Se supone que esta figura reúne las características del ciudadano y del trabajador en un solo concepto, pero eso es más que discutible; convertir a los individuos en “marcas” que cotizan al alza o a la baja en el mercado en función de su cartera de competencias tiene poco que ver con el proyecto de ciudadanía ilustrado.
La idea ilustrada de ciudadanía está en vías de extinción y está siendo sustituida por la noción de “emprendedor”, del individuo privatizado
Por otro lado, a la altura de los tiempos en los que estamos, el peso de los sistemas educativos en la configuración de las subjetividades es cada vez menor. Las redes sociales, los medios de comunicación de masas, etc. son mucho más poderosos que la escuela para producir el tipo de individuo que el sistema necesita. Las grandes tecnológicas, como Google, Apple o Facebook invierten cada vez sumas más importantes en investigación educativa, y desarrollan proyectos educativos que luego van introduciendo en los sistemas de todo el mundo. Esto les permite recopilar datos de los alumnos y hacer negocio con ellos ¿Seremos tan ingenuos de pensar que no tienen su propia idea del tipo humano que pretenden “fabricar”? ¿No es llamativo que los directivos de estas empresas prohíban o limiten muchísimo el uso de smartphones y tablets a sus hijos, mientras hacen que los de los demás estén con una tablet en la mano desde primaria?
¿Qué papel juega la economía en las políticas de educación en los estados europeos actuales?

Si uno mira los documentos oficiales de la Unión Europea que se refieren a la educación, y que son los que determinan las líneas generales de las políticas educativas de los Estados, se da cuenta de que el principio que los guía es puramente económico. Se trata, como decía un Libro Blanco de 1993, de la “valorización del capital humano a lo largo de toda la vida activa”.
En la estrategia del Lisboa, del año 2000 se decía que el objetivo era hacer de la UE la economía del conocimiento más competitiva y dinámica. Esta idea ya la recogía la LOE, que por cierto, fue la que introdujo las competencias en la legislación española. Más recientemente, el Secretario de Estado de Educación del gobierno del PP, Marcial Marín, dijo claramente, en la presentación de un documento de la OCDE sobre la estrategia de competencias para España, que la hoja de ruta era adecuar la educación a las necesidades de las empresas desde primaria.
El concepto clave que recorre toda la ley [LOMCE] es el de “empleabilidad”
Fíjese, por ejemplo, en la LOMCE. El concepto clave que recorre toda la ley es el de “empleabilidad”. Y esto según un modelo que interpreta el mercado laboral en términos de oferta y demanda de competencias. Lo que pasa es que el mercado laboral se polariza. Hace falta una minoría altamente cualificada, sobre todo en lo relacionado con la tecnología, y una mayoría para la que es suficiente contar con unas competencias transversales y genéricas que les permitan irse reciclando, el famoso aprender a aprender, según vayan cambiando de empleo en un marco de precariedad. Para estos últimos hay que racionalizar el gasto educativo, porque enseñarles más de lo que necesitarán en los empleos a los que el mercado les destina es visto como una fuente de “ineficiencia” económica.
¿Se puede conjugar algún modelo que mantenga el status quo del estado del bienestar con un buen sistema educativo?
Lo primero que hay que decir es que asistimos a la demolición del estado del bienestar. Lo que fue un compromiso entre los factores capital y trabajo después de la II Guerra Mundial, fundamentalmente por el miedo que tenían los poderes fácticos occidentales a la influencia del bloque soviético en las clases trabajadoras de occidente ya no es necesario, puesto que ya no existe la amenaza soviética. Por eso están procediendo a su desmontaje.
Cabría pensar un modelo republicano, en el que el poder político convenientemente dividido mediante la separación de poderes, pudiera embridar al poder económico
Ahora bien, cabría pensar un modelo republicano, en el que el poder político convenientemente dividido mediante la separación de poderes, pudiera embridar al poder económico y someterlo a un control democrático. Entonces podríamos hablar en serio de un modelo que conjugue libertad con igualdad a través de la efectiva independencia civil de los ciudadanos, que es la tercera pata del modelo, la que se condensaba en el término fraternidad, que incluía lo que Robespierre llamaba el “derecho a la existencia”.
Esto es lo que está presente hoy en los debates sobre la renta básica, por ejemplo, ser independiente civilmente por tener las necesidades materiales básicas cubiertas sin depender de otro para subsistir. En ese modelo sería esencial un buen sistema educativo que proporcionara igualmente acceso al conocimiento a toda la población, de manera que estuviera en condiciones de ejercer sus derechos civiles y participar en el debate público sin depender de otros. De nuevo, la salida real y efectiva de la minoría de edad de la que hablaba Kant.

¿Cómo debe adecuarse la era científico-tecnológica a una educación de calidad?
El término “calidad” es ya un término muy cargado, por el uso que hacen de él las instancias del poder. Para ellos calidad significa eficiencia económica y adaptación al mercado, como ya he señalado antes. Así que cuando hablamos de educación de calidad podemos estar entendiendo cosas muy distintas. Creo, para contestar a la pregunta, que hay que empezar por recuperar la idea ilustrada de progreso, que no consiste en el mero progreso tecnológico cuyo efecto es la aceleración del tiempo, sino en precisamente ganar tiempo libre.
Los avances científico-técnicos podrían permitirnos disponer de muchísimo más tiempo libre en lugar de obligarnos a trabajar cada vez más o arrojarnos a esa forma bastarda de ocio que llamamos paro
Los avances científico-técnicos podrían permitirnos disponer de muchísimo más tiempo libre en lugar de obligarnos a trabajar cada vez más o arrojarnos a esa forma bastarda de ocio que llamamos paro. Los que venimos de una formación más o menos marxista solemos recordar un texto de Marx, en El Capital, en el que habla del reino de la necesidad y lo contrapone al reino de la libertad.
Por un lado tendríamos la necesidad de producir para satisfacer necesidades humanas, cosa que la ciencia y la tecnología están en condiciones de facilitar enormemente. En ese terreno situaba Marx el socialismo, como control racional de la producción por parte de los productores asociados (otra cosa es lo que fuera históricamente el socialismo real). Pero luego añadía que más allá de ese reino está el reino de la libertad, o sea, el terreno del verdadero progreso entendido a la manera ilustrada, el reino del tiempo libre, o del estar liberados del tiempo y abrir un espacio para las obras de la razón. A eso los griegos lo llamaban skholé y de ahí viene nuestra palabra escuela. Creo que como proyecto político es de los más bellos que cabe pensar y defender, y creo que ahí sí que podríamos hablar de educación de calidad en el sentido propio de la expresión. Algunos dirán que esto es utópico, pero a mí me parece sencillamente urgente.
Algunos profesores universitarios protestan sobre la falta de conocimientos con que aterrizan sus alumnos en la enseñanza superior…
Es evidente, por mucho que algunos se empeñen en negarlo, que se ha producido un descenso alarmante en el nivel de conocimientos con el que los alumnos terminan el bachillerato. Es difícil dar una respuesta completa que determine las causas, pero por dar, al menos, algunas posible claves diré que atribuiría buena parte de las causas al tipo de discurso pedagógico que en España se hizo hegemónico a partir de la LOGSE. Ese discurso incluía un desprecio por el conocimiento asociado a una demonización de la memoria. Todo lo que anteriormente se hacía en el mundo de la enseñanza era denostado como academicismo memorista.
Cuanto más se desprecia la memoria y el aprendizaje de datos más se favorece que los alumnos recurran al memorismo mecánico
Por supuesto que antes de la LOGSE no es que hubiera un mundo idílico, también había problemas y cosas que cambiar, claro está. Pero la devaluación del conocimiento y de la memoria trajo consigo un efecto curioso: cuanto más se desprecia la memoria y el aprendizaje de datos más se favorece que los alumnos recurran al memorismo mecánico, puesto que no tienen en la cabeza los datos y referencias que les permitan articular una comprensión significativa de lo que estudian.
Una causa más profunda podría estar, también, en los métodos de enseñanza de la lectoescritura. Se ha hecho mayoritario el llamado método natural o global, cuando la investigación educativa nos dice cada vez con más rotundidad que el método fonético-silábico es el más adecuado y eficaz. A partir de ahí se van multiplicando los problemas de comprensión lectora y se van arrastrando en los ciclos siguientes. Añadamos lo que antes he dicho sobre la cuestión de la motivación y la rebaja de los niveles de exigencia académica, muchas veces por presiones de la administración para maquillar estadísticas, y nos va quedando un cuadro aproximado de las posibles causas.

Cuando el alumno finaliza sus estudios se encuentra con un mercado laboral incierto. ¿Cómo influye la situación del mercado productivo en el diseño de la enseñanza?
Influye mucho. Creo que la manera en que lo hace ha quedado ya explicada o, al menos, esbozada en las anteriores respuestas, aunque añadiré una cosa. Se dice con frecuencia que hay que preparar a los alumnos para trabajos que aún no existen y entrenarles para que sepan gestionar la incertidumbre, y que la respuesta que se ha de dar a estas cuestiones pasa por el modelo competencial de aprendizaje, con especial énfasis en las llamadas competencias STEM (o CTIM por su siglas en español, o sea ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Ya he dicho lo que creo que está realmente detrás del modelo competencial, pero es que además creo firmemente que la respuesta adecuada es justo la contraria.
Hay que volver a conectar los saberes científico-técnicos con los humanísticos y proporcionar una base sólida de conocimientos a todos los alumnos
Hay que volver a conectar los saberes científico-técnicos con los humanísticos y proporcionar una base sólida de conocimientos a todos los alumnos. Incluso a aquellos que se decantan por la formación profesional, hay que proporcionarles una enseñanza politécnica que les permita una visión de conjunto de las ramas productivas antes de especializarse. Un alumno con esa base será mucho más capaz de comprender los cambios del entorno laboral y de aprender por sí mismo en entornos tan cambiantes. Quizá sea un trabajador más crítico y menos dócil frente a las exigencias patronales, pero desde luego será mejor trabajador y mejor ciudadano también.
¿Qué mensaje considera más relevante para mejorar nuestro sistema educativo?
Le voy a decir tres: En primer lugar, tener muy claro que la escuela no es una empresa (por evocar el título de un excelente libro de Christian Laval). En segundo lugar volver al aprecio por el conocimiento, que debe ser la columna vertebral de todo el sistema. En tercer lugar, sistema público-estatal (no gubernamental) bien financiado y con respeto escrupuloso de la libertad de cátedra, con la lógicas limitaciones según niveles. Sobre estos tres pilares se puede erigir un sistema de instrucción pública digno y duradero.