El Cid Campeador

Rodrigo Díaz entró a servir de muy joven en el séquito del aún infante Sancho II de Castilla y podría haber sido su armígero regio / Wikimedia

Tal día como hoy… 10 de julio de 1099 fallecía en Valencia Rodrigo Díaz de Vivar «El Cid Campeador»

 

El 10 de julio de 1099 fallecía en Valencia Rodrigo Díaz de Vivar, más o menos a los 50 años de edad. Conocido como «El Cid Campeador», fue guerrero medieval cuya fama viene dada fundamentalmente por haber sido parte de su vida escrita en el primer cantar de gesta en castellano, el ‘Cantar del Mío Cid’, que narra algunos episodios del final de su vida, desde el destierro hasta la conquista de Valencia. Es de autor anónimo y se considera escrita hacia el año 1200, un siglo después de su muerte.

 

CV / Con el Cid ocurre en cierto modo, salvando las distancias, como con Roldán o con los caballeros del rey Arturo. Y ello en la medida que, histórico-literariamente hablando, se encuentra a medio camino entre unos y otros. Los mil años de Edad Media que van desde el siglo V al XV dan ciertamente para mucho. Del rey Arturo y sus caballeros sabemos que casi con toda seguridad no existieron. Arturo fue un invento propagandístico de un historiador medieval, Geoffrey de Montmouth, al servicio de Enrique II de Inglaterra, que luego triunfó literariamente gracias a los relatos de Chrétien de Troyes. ¡De Roldán y de Roncesvalles sabemos más bien poco, ni siquiera con certeza si verdaderamente existió y, si así fuera, si efectivamente murió en esta batalla sobre la cual tampoco se dispone de información fidedigna. Los héroes altomedievales están todos ellos envueltos en las brumas de la leyenda.

Los héroes altomedievales están todos ellos envueltos en las brumas de la leyenda. Con el Cid es algo distinto

Con el Cid es algo distinto. Se trata de una época posterior, ya en la Baja Edad Media o en el tránsito hacia ella, y con suficientes referencias que acreditarían su efectiva realidad como personaje  histórico. Pero persisten las brumas de la leyenda, de manera que, aunque ciertamente podamos estar seguros de que existió y de algunas de las acciones que acometió, lo cierto es que gran parte de su vida sigue en este limbo que media entre la leyenda y la historia: su caballo Babieca, sus espadas Colada y Tizona, la afrenta del conde Lozano, el juramento de Santa Gadea, los infantes de Carrión… y su póstuma victoria, montado ya muerto en Babieca y poniendo en fuga a los moros…

Debió ser un miembro de la pequeña nobleza que probablemente residió en Vivar, cerca de Burgos, sin que se sepa tampoco si efectivamente nació allí, aunque así se afirma en las ‘Mocedades de Rodrigo’, un cantar de gesta tardío escrito hacia mediados del siglo XIV. Muy probablemente fue un condotiero, un mercenario a sueldo que realizaba incursiones de pillaje en las fronteras cristiano-musulmanas de la época. A la muerte de Fernando I de León y con la guerra sus hijos Alfonso VI y Sancho II, participaría en el lado de Sancho, tras cuya muerte en las puertas de Zamora surge una primera y controvertida leyenda, la del Juramento de Santa Gadea, en el cual Rodrigo haría jurar a Alfonso VI que no tuvo nada que ver en el asesinato de su hermano. Luego, el rencoroso monarca le desterraría de sus reinos y el Cid, con sus fieles, empezaría su vida errante como soldado de fortuna.

Según el ‘Cantar…’ el destierro se debió a una acusación falsa de haber saqueado territorios musulmanes vasallos del rey y de haberse quedado el botín

Lo del Juramento de Santa Gadea es en opinión de la mayoría de historiadores un episodio apócrifo. Según el ‘Cantar…’ el destierro se debió a una acusación falsa de haber saqueado territorios musulmanes vasallos del rey y de haberse quedado el botín. Un botín falso que deja en depósito timando a dos judíos para que le concedan el préstamo necesario para partir hacia el destierro con sus mesnadas. Sí parece cierto que ofreció sus servicios al conde de Barcelona Ramón Berenguer II, y que al declinarlos éste, se puso a disposición del emir de Zaragoza en su guerra contra el de Lérida, sirviendo alternativamente a moros o a cristianos y venciendo en todas las batallas. Luego descendió por cuenta propia hacia el Levante, tomando acaso Tortosa y Morella, y conquistando al final Valencia, donde constituiría una suerte de posesión personal independiente y por cuenta propia.

Estatua ecuestre del Cid Campeador en el Balboa Park, San Diego / Wikimedia – Autor: Basilio

Parecen coincidir el ‘Cantar…’ y la historia en que sería por entonces que se reconciliaría con Alfonso VI, que seguramente le necesitaba para hacer frente a la invasión de los almorávides, pero no consta que estuviera en las derrotas de Sagrajas y Uclés. De esta reconciliación surge en el ‘Cantar…’ el episodio de los infantes de Carrión y  la venganza del Cid por el ultraje a sus hijas, a las que al final casa con «reyes de España» dando fin al relato. Hasta donde consta, dichos «reyes de España» casados con sus hijas fueron Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, y el infante Ramiro Sánchez de Pamplona.

A su muerte, probablemente debido a las heridas de algún combate, pero no es seguro, su esposa Jimena quedó como señora de Valencia hasta que la presión de los almoravides fue insostenible y se abandonó la ciudad después de saquearla. Valencia quedó de nuevo en manos musulmanas hasta casi un siglo y medio después, cuando Jaime I de Aragón la retomó definitivamente en 1238.

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