Detalle del retrato de Galileo Galilei pintado por Justus Sustermans en 1636. / Wikimedia
Tal día como hoy… 15 de febrero de 1564, nacía Galileo Galilei
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El 15 de febrero de 1564, nacía en Pisa (Italia) Galileo Galilei, uno de los científicos más destacados de todos los tiempos: matemático, físico, astrónomo… no solo por sus innumerables descubrimientos, sino también muy especialmente por el cambio conceptual y metodológico que imprimirá en el pensamiento científico. Galileo es, junto a otros como Bacon, Descartes, Copérnico o Kepler, uno de los fundadores de la ciencia moderna.
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CV / Su padre era un comerciante imbuido del espíritu renacentista que, ante la temprana vocación religiosa manifestada por el joven Galileo, lo sacó del convento donde estudiaba para inscribirlo en la Universidad de Pisa, donde cursó Filosofía, Medicina y Matemáticas.
Galileo sostenía que todos los cuerpos caían con un movimiento uniformemente acelerado, independientemente de su masa
En la etapa ya avanzada del cinquecento renacentista en que se formó, Galileo topó con un panorama intelectual en el que convergían en disputa dos concepciones opuestas del mundo. Una era la Escolástica aristotélico-tomista; la otra, todavía sus defensores no sabían tal vez muy bien en qué iba a consistir, pero se manifestaba en su insatisfacción con la anterior, en la recuperación de clásicos olvidados, como Platón, Euclides, Arquímedes o los atomistas, en su interés por las Matemáticas frente a una física que prescindía de ella… En definitiva, el panorama en que se produjo la Revolución Científica. Galileo se imbuyó de todas estas nuevas ideas y de ellas surgió su obra.
Es imposible hacer en estas breves líneas un inventario de todos los logros de Galileo. Destacaremos dos de fundamentales: su convicción de que el libro del universo está escrito en lengua matemática y su primado del movimiento rectilíneo y uniforme.
Desde Aristóteles, todo movimiento exigía una causa que lo hubiera provocado; para Galileo, es la alteración en la trayectoria de un movimiento rectilíneo y uniforme -la inercia pura- lo que requiere una causa. Un cambio de mentalidad que renuncia a la regresión infinita en busca de una causa primera -el motor inmóvil aristotélico o el dios cristiano- para atenerse a la descripción del fenómeno. Un cambio de actitud como el de poner a la Tierra en movimiento alrededor del Sol sin reparar en lo que dijera el Antiguo Testamento.
Se ha dicho con frecuencia que la ciencia moderna se distingue de la antigua por atenerse solo a la práctica y al experimento, prescindiendo de ideas y filosofías. Nada más falso: la filosofía de la que prescinde es la que fundamentaba la física medieval que igualmente rechazaba. Nada hubiera sorprendido más a Galileo que ser tenido por un mero «experimentador». Muy al contrario, la propia noción de experimento es una construcción teórica. Y una buena prueba de ello es la polémica que sostuvo con el astrónomo y jesuita italiano Giovanni Battista Riccioli (1598-1671), en la cual, a propósito de grávidos, se está discutiendo la noción de experimento.

Galileo sostenía que todos los cuerpos caían con un movimiento uniformemente acelerado, independientemente de su masa. Riccioli que los cuerpos más pesados caen más rápidos, y lo que le recomendaba a Galileo era que se dejara de teorías y se remitiera a la realidad: una bala de cañón siempre caerá más rápida que una pluma de gallina. Galileo argumentaba que si no llegaban al mismo tiempo al suelo era por la resistencia del aire, pero que en el vacío sí sería así. Los escolásticos le replicaban que dónde podía encontrar el vacío para comprobarlo. Para Galileo, reducir al mínimo el rozamiento y que dos cuerpos de distinto peso llegaran menos distanciados que en condiciones «normales» era una prueba de sus teorías porque se aproximaban a sus predicciones; para los escolásticos, el más pesado seguía llegando antes y punto.
En realidad, Galileo y Riccioli no se podían poner de acuerdo porque hablaban en lenguajes distintos y, por lo tanto, lo que cada uno veía en el mismo experimento, eran cosas también distintas.
Popularmente, la fama de Galileo proviene de la condena de la Inquisición por su defensa del heliocentrismo. Adscrito a las tesis de Copérnico y Kepler, fue acusado de negar la verdad bíblica. En realidad no era solo por afirmar que la Tierra orbita alrededor del Sol, sino por muchas cosas más que avalaban tan antipática afirmación, y otras aún más «peligrosas», como el descubrimiento de montañas en la Luna –con un telescopio fabricado por él mismo-, los satélites de Júpiter, las manchas solares, las fases de Venus…
Ya viejo y enfermo, acudió a Roma en 1633 para ser juzgado. Fue condenado a prisión perpetua y conminado a abjurar de sus posiciones –no era cosa de broma-, lo cual hizo inmediatamente. Se le conmutó la pena de cárcel por la de arresto domiciliario de por vida. Murió en Florencia nueve años después, el 8 de enero de 1642, completamente ciego, a los 77 años. Está enterrado en la Basílica de la Santa Croce de esta misma ciudad.
Cuenta la tradición que después de retractarse ante el Tribunal y afirmar que la Tierra no se mueve, musitó en voz baja “Eppur si muove”: “Y sin embargo, se mueve”.
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También un 15 de febrero se cumplen estas otras efemérides
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