Evolución humana y evolución cerebral (entrega 12)
La mayoría de restos de habilis ostentan un cráneo evolutivamente distante con su cuerpo. Mientras que la calavera tiende a ser redondeada como en Homo, sus extremidades se asemejan a la de los simios ancestrales. Ello implica que en habilis hay una gran mezcla de cosas distintas que algún día se resolverá.
David Rabadà | Catalunya Vanguardista @DAVIDRABADA
Aún así, y en el asunto de la encefalización, hay datos suficientes para vislumbrar si estos restos pertenecían a un simio parco o a uno de gran cerebro. Para ello utilizamos el índice de encefalización que en Homo erectus y Homo sapiens oscila entre el 1,9 y el 2,9, mientras que en australopitecinos y parantropos éste cae por debajo del 1,5 (ver el capítulo: La encefalización humana, ¿concepto o artilugio?). En habilis, y si variamos el error en su peso, unos 5 quilos, el índice de encefalización pasa de 1,8 a 1,5, es decir de pariente inteligente a primate limitado, y claro está, muchos autores se decantan hacia lo primero, hacia un antepasado con luces.
En cierto modo se desea hominizar a unos australopitecinos como grandes hacedores de herramientas pétreas. Todo ello amaga el deseo gradualista de ver lo que no está, es decir, un prejuicio donde anclar un aumento gradual del cerebro durante muestra evolución. Hay múltiples rasgos que nos muestran a habilis más como un australopitecino modesto que como un Homo encefalizado. En primer lugar sus brazos largos y piernas robustas que lo relacionan con Australopithecus. Véase al respecto el ejemplar OH 62. Por otro lado el crecimiento dentario de los habilis es muy similar al de los australopitecinos, parantropos y antropomorfos actuales. Y la tercera peculiaridad es su mano con falanges largas aptas para trepar como los Australopithecus. Véase en tal caso el ejemplar OH7.
Parece evidente que los habilis de entre 2,5 a 2 millones de años no pertenecían a ningún Homo encefalizado
Parece evidente que los habilis de entre 2,5 a 2 millones de años no pertenecían a ningún Homo encefalizado. Este rasgo evolucionó rápidamente en otra especie posterior y contexto distinto, incluso algunos expertos hablan de un salto evolutivo (ver el capítulo: La falsedad de los árboles evolutivos). De hecho, y hace unos 2 millones de años, Àfrica central estaba cubierta por muchos más ecosistemas que en épocas anteriores. Desiertos, sabana, bosques de galería y selvas propiciaron la diversificación de una gran variedad de simios bípedos. Entre ellos estaban los parantropos, los propios australopithecus y el mismo habilis. Todos ellos ostentaban un nivel de encefalización parecido al de los chimpancés actuales. Si de ellos evolucionó un grupo con un índice de encefalización mayor, algo ocurrió.
Nuestros antepasados fabricantes de líticos llevaban ya más de un millón de años evolucionando bajo una dieta más proteínica. Comiendo carne cortada con líticos, o tuétano machacado de huesos, ingerían una parte extra de calorías concentradas. Las proteínas aportan mayor valor nutritivo que los vegetales, algo que implica reducir el tiempo entre comidas.
Un gran herbívoro debe comer cada día mientras que los grandes carnívoros lo hacen entre dos o más jornadas. Si los simios hacedores de herramientas incorporaron mayor cantidad de proteínas en sus dietas, debemos asumir que redujeron el número de comidas y su tiempo de masticación. Ello tuvo sus consecuencias en la cara, en la mandíbula, en el intestino y en el cerebro. Pero en habilis no queda claro todo ello. Vayamos por partes.

Los ecosistemas de hace 2 millones de años potenciaron nuevas dietas carnívoras para nuestros antepasados. Mecánicamente cara y mandíbula mantienen un crecimiento asociado desde embrión a adulto, es decir, a más mandíbula, más cara y hocico, lo que los expertos llaman prognatismo. Pero la evolución de aquellos simios iba a invertir los términos. Con una dieta con más proteínas, la mandíbula podía ya reducirse y el prognatismo también. La disminución de la cara facilitó la posibilidad de crecimiento de otras partes del cráneo. Es decir, si el prognatismo se reducía aquello habría la posibilidad de expansión de la otra cara, la bóveda craneal. Y en ello no se dice que la relación fuera causa y efecto, sino que en evolución apareció la posibilidad de aumentar el volumen cerebral a cambio de una bóveda más grande. Como decía J.B.S. Haldane, la anatomía comparada es en gran medida la historia de la lucha por aumentar la superficie con el volumen.
Con una dieta con más proteínas, la mandíbula podía ya reducirse y el prognatismo también
Si a los datos anteriores sumamos la mejora en el consumo de calorías nos damos cuenta que un intestino largo ya no era necesario. Antes, bajo una dieta vegetal y frugívora el tracto visceral debía ser mucho más largo para fermentar y captar los nutrientes fibrosos. Pero después de más de un millón de años de evolución con líticos y mayor porcentaje de proteínas, la cosa cambió hace 2 millones de años. A intestinos más cortos mayor probabilidad de expansión de otros órganos.
A intestinos más cortos mayor probabilidad de expansión de otros órganos
El cerebro, y bajo el contexto de reforzar la relaciones sociales, la necesidad de mejorar las herramientas y con un bipedismo donde poder apoyar una cabeza, tuvo el contexto perfecto para iniciar su expansión en algún momento. Un cerebro mayor sería bienvenido para mejorar varias cosas. Estas fueron los protocoles sociales, el reconocimiento de todos los miembros del grupo, la mejora de las herramientas, y finalmente el optimizar las estrategias de alimentación. En unos seres bípedos, y por razones de trigonometría, aquello era más probable que en unos cuadrúpedos.
Acomodar un gran encéfalo sobre la vertical de una columna, que no sobre una columna inclinada, conlleva un menor riesgo de desnucamiento por cizalla. Pero para un cerebro grande era necesario un mayor aporte de calorías. El consumo basal del cerebro de los australopitecinos se estima sobre el 9 % de su dieta diaria. Hoy en día, nuestra especie ha más que doblado tal desgaste energético llegando al 22 %. Es decir, y a nivel de calorías, tenemos un órgano muy costoso, el cerebro. Y en fin, sólo una dieta más energética como la proteínica pudo satisfacer la evolución hacia nuestra encefalización. En habilis, como en los australopithecus colindantes, su peso y volumen cerebral no indicaban tal proceso.
Coevolución entre diferentes factores heredados
En cierto modo nuestro encéfalo se expandió por un factor de coevolución entre diferentes factores heredados. En 2013 Michael Walker publicó en Quaternary International una serie de relaciones cruzadas que potenciaron la encefalización cerca de los 2 millones de años. Las condiciones antecedentes como vida social entre los primates, índice de encefalización elevado en los simios, verticalidad columnar con menor riesgo de cizalla craneal, y la necesidad de mejorar nuestros utensilios, potenció en distintas retroalimentaciones nuestra encefalización.
No existió una sola causa y un efecto concreto sino que todo devino de una red de relaciones que se entrecruzaron en distintos bucles positivos
No existió una sola causa y un efecto concreto sino que todo devino de una red de relaciones que se entrecruzaron en distintos bucles positivos, en bolas de nieve que a más rodar, mayor volumen conseguían. Bajo la expansión de claros y sabana se abrieron al menos tres bucles que pudieron desplegar distintas vías evolutivas hacia la encefalización.
La primera retroalimentación resultó de la disminución de alimentos vegetales disponibles bajo la recesión de los bosques. Ello abrió la posibilidad de ingerir proteínas animales como el tuétano y la carne. Con ello, y como ya se ha mencionado, se redujo el número de comidas, el tiempo de masticación y la longitud del intestino, algo que posibilitó que el órgano cerebral, bajo más calorías disponibles, pudiera desarrollarse mejor, diseñar mejores estrategias para conseguir más proteínas y vuelta a empezar.

El segundo bucle empezó al reducirse la posibilidad de subirse a los árboles y aumentar la obligatoriedad de desplazarse por campo abierto. Sin tantas ramas donde aguantarse, y ante depredadores mayores, lo mejor era evolucionar hacia cuerpos mayores que a su vez necesitaban mayor cantidad de calorías. Una opción volvía a ser la proteína animal y vuelta a empezar con el primer y anterior bucle. Pero el bipedismo de campo abierto dejaba totalmente libre la mano para mejorar la elaboración de herramientas volviendo a retroalimentar una encefalización mayor.
Hace unos 2 millones de años parece ser que la evolución conllevó un simio plenamente encefalizado que daría casi la vuelta al mundo
Y un tercer y último bucle pudo evolucionar al quedar más dispersos los alimentos entre bosques y claros. Se abrió la necesidad aquí de recorrer grandes distancias a expensas de los riesgos a ras de suelo. En ello siguió evolucionando una mayor complejidad social de los grupos para minimizar el ataque de los grandes depredadores, algo que pudo potenciar de nuevo, y a la larga, su mayor encefalización.
En fin, que hace unos 2 millones de años parece ser que la evolución conllevó un simio plenamente encefalizado que daría casi la vuelta al mundo. “Australopithecus” habilis no se hallaba entre los candidatos. Entonces, ¿quién y cómo fue este recién llegado?
Este artículo es la continuación de una serie titulada “Prejuicios y Evolución Humana“, a cargo de nuestro colaborador científico, David Rabadà.
Entregas anteriores:
Prejuicios y evolución humana (1)
Parientes fósiles humanos ¿pocos o demasiados? (2)
El concepto de homínido, ¿realidad o prejuicio? (3)
La falsedad de los árboles evolutivos (4)
La evolución, mitos y prejuicios (5)
El Darwinismo, lucha y prejuicios (6)
El bipedismo humano ¿ancestral o novedad evolutiva? (7)
El bipedismo humano ¿causas o quimeras? (8)
El primer humano en marchar derecho, ¿quién y cuándo? (9)
Las primeras herramientas, ¿antes o después de la encefalización? (10)