Tal día como hoy… 23 de diciembre de 1815 nacía Ildefons Cerdà i Sunyer
El 23 de diciembre de 1815 nacía en la población de Centelles (Barcelona, Cataluña, España) Ildefons Cerdà i Sunyer, ingeniero y diseñador del proyecto de la Barcelona moderna, conocido como l’Eixample –el Ensanche-. Está considerado un vanguardista del urbanismo. Pese a ello, y a ser hoy en día un personaje celebrado, no conoció el éxito en vida; muy al contrario, fue denostado con ensañamiento hasta límites realmente miserables.
CV / Era el cuarto hijo –el tercero varón- de una familia bienestante de la Cataluña rural, con intereses económicos en las colonias de ultramar y conocida por sus ideas liberales. Unas ideas que, ello no obstante, no impidieron que se le destinara a la carrera eclesiástica, que empezó a cursar en el Seminario de Vic.
Falto de vocación religiosa, se enfrentó a su padre y consiguió matricularse en l’Escola de la Llotja de Barcelona, para estudiar arquitectura
Falto de vocación religiosa, se enfrentó a su padre y consiguió matricularse en l’Escola de la Llotja de Barcelona, para estudiar arquitectura. No habiendo conseguido el título de arquitecto por razones extraacadémicas, se trasladó a Madrid en 1835, consiguiendo ingresar en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Falto de apoyo económico familiar, tuvo que alternar sus estudios con la realización de trabajos de todo tipo para costearse la estancia en Madrid, obteniendo el título de ingeniero en 1841 con un brillante expediente, que le valió entrar como ingeniero del estado en Obras Públicas. Tuvo sucesivos destinos en Murcia, Teruel, Tarragona, Valencia, Gerona y Barcelona, participando en las obras del primer ferrocarril peninsular entre Barcelona y Mataró.
Se interesó desde muy pronto por los temas de urbanismo, una disciplina que empezaba a estar en auge en Europa, debido a la transformación que estaban experimentando las grandes ciudades como consecuencia de la Revolución Industrial. De ideas progresistas, entró en contacto con las ideas del socialismo utópico de Étienne Cabet, relacionándose con cabetianos reconocidos, como Narciso Monturiol y Ramón Martí Alsina. A su pasión por el urbanismo se le incorporó la inquietud por las consecuencias de su aplicación en lo que corresponde a condiciones de vida de las personas en las ciudades.

El año 1848 contrajo matrimonio con Magdalena Bosch Calmell, una intérprete de arpa, hija de un banquero catalán. Además, con la muerte del único hermano mayor que le quedaba –su padre había fallecido en 1844- heredó este mismo año el patrimonio familiar. Renunció entonces a su puesto en Obras Públicas para dedicar, en sus propias palabras “Mi fortuna toda entera, todo mi crédito, todo mi tiempo, todas mis comodidades, todas mis afecciones., y hasta mi consideración personal en la sociedad, a la idea urbanizadora”… Y a fe que fue así.
Fue diputado a Cortes por Barcelona en 1851, formando parte de la candidatura progresista de Figueras, Madoz y Domènech, y concejal del Ayuntamiento de Barcelona durante el bienio progresista (1854-1856). Nunca fue bien visto por las élites barcelonesas por sus ideas. Con los vaivenes políticos, fue encarcelado brevemente en dos ocasiones. Tras la «Gloriosa» (1868), fue vicepresidente de la Diputación de Barcelona, llegando a presidente durante la I República (1873-74).
Su obra más conocida fue el proyecto que se conoce como el «Plan Cerdà», un proyecto de reforma y ensanche de la ciudad de Barcelona más allá de los límites de sus murallas
Su obra más conocida fue el proyecto que se conoce como el «Plan Cerdà», un proyecto de reforma y ensanche de la ciudad de Barcelona más allá de los límites de sus murallas, del que surgió «l’Eixample» actual. Un plan hipodámico con estructura de cuadrícula de manzanas de 113,3m, que iba desde el río Besós hasta Montjuic. Las calles eran de 20, 30 y 60 metros, con la novedad de los «chaflanes» de 45 grados, que truncaban las esquinas de 90 y aumentaban la visibilidad. La aprobación del Plan estuvo rodeada de polémica, al oponerse a él los (provincianos) poderes fácticos de la ciudad. Cerdà consiguió que lo aprobara el gobierno español en 1860, contra el criterio del Ayuntamiento de Barcelona; algo que nunca se le perdonó y que se le hizo pagar muy caro.
La dedicación y la fe que pudo en su proyecto, y la firme profesión de su ideología, le pasaron una factura muy alta. Sufrió una campaña institucional de desprestigio, con auténticas fake news de la época, que le afectaron profundamente en lo personal; su matrimonio se fue al traste. Se llegó a decir de él que no era catalán, una acusación de por sí grotesca, además de estúpida, a poco que tengamos en cuenta que su familia estaba documentada en Cataluña desde mediados del siglo XV. El concurso del ensanche fijaba la adjudicación del nombre del ganador a una calle principal del entramado; el Ayuntamiento de Barcelona se negó a ello y, siendo alcalde Rius i Taulet, rechazó incluso colocar un monumento hecho por el escultor Pere Falqués… Hubo que esperar hasta los años sesenta del siglo XX para que Cerdà tuviera una plaza con su nombre en Barcelona.
Pasó sus últimos días enfermo y casi arruinado, pues tanto el gobierno español como el Ayuntamiento le debían los honorarios de muchos de los trabajos realizados
Pasó sus últimos días enfermo y casi arruinado, pues tanto el gobierno español como el Ayuntamiento le debían los honorarios de muchos de los trabajos realizados –en morosidad sí hubo consenso-. Murió en el balnerario de Las Caldas de Besaya, en Cantabria, el 21 de agosto de 1876.
Cerdà, ciertamente, tenía un problema que describió magistralmente la nota necrológica que publicó el diario ‘La Imprenta’: «El señor Cerdá era liberal y tenía talento, dos circunstancias que en España perjudican y suelen crear muchos enemigos…».
En la actualidad, el ensanche de Barcelona es motivo de orgullo para la ciudad y objeto de elogios a nivel internacional.