Independencia de Filipinas

Cuerpo de Marines de los Estados Unidos en un ejercicio militar en territorio filipino / Wikimedia -Flickr

Tal día como hoy… 17 de enero de 1933 el Congreso de los Estados Unidos aprobaba la independencia de las Islas Filipinas

 

El 17 de enero de 1933 el Congreso de los Estados Unidos, contra el parecer del presidente Herbert Hoover, aprobaba por una mayoría de dos tercios la concesión de la independencia a las Islas Filipinas.  Se ponía fin con ello a la ocupación de 35 años por parte de los EEUU, que habían tomado el archipiélago tras la guerra con España en 1898.

 

CV / Contra lo que suele creerse, las Filipinas no alcanzaron la independencia tras la guerra entre España y los Estados Unidos de 1898, sino que tras su derrota, España cedió la soberanía de las islas a los EEUU en el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, que puso fin a la guerra entre ambas naciones, cediendo España sus últimas colonias ultramarinas: Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y la isla de Guam.

Los Estados Unidos habían estado apoyado a los insurrectos filipinos en su guerra contra España desde bastante antes

Los Estados Unidos habían estado apoyado a los insurrectos filipinos en su guerra contra España desde bastante antes, y al declarar directamente la guerra a España, el presidente McKinley les hizo creer a los líderes filipinos que su único interés era desalojar a los españoles y promover una república Filipina independiente. Pero la intervención americana escondía otros intereses mucho más prosaicos, y los filipinos comprendieron muy pronto que lo único que habían conseguido era cambiar la dominación española por la norteamericana, si cabe aún más invasiva.

Los distintos movimientos filipinos habían declarado por su cuenta la independencia el 12 de junio de 1898, en plena guerra, y se opusieron a los términos del Tratado de París, que los dejaba bajo soberanía norteamericana. El 1 de enero de 1899, Emilio Aguinaldo había sido elegido presidente de República de las Filipinas, y se empezó a redactar una constitución. Pero los norteamericanos, que en ningún momento habían reconocido la independencia filipina y habían dado largas a sus por entonces aliados, controlaban buena parte del país, empezando por la capital –Manila-, y las tensiones comenzaron a extenderse en forma de incidentes entre soldados filipinos y norteamericanos.

La guerra empezó oficialmente cuando, el 12 de febrero de 1899, un grupo de soldados norteamericanos dispararon contra un soldado filipino

La guerra empezó oficialmente cuando, el 12 de febrero de 1899, un grupo de soldados norteamericanos dispararon contra un soldado filipino. El presidente Mckinley declaró solemnemente que el ejército norteamericano había sido agredido cuando “(…) Los insurgentes habían intentado atacar la ciudad de Manila”, calificando al presidente Aguinaldo de «bandido fugitivo», es decir, exactamente el mismo lenguaje imperialista que habían estado utilizando los españoles. Galicano Apacible, embajador oficioso filipino en los EEUU, huyó al Canadá para evitar ser detenido y escribió una apasionada carta abierta al pueblo norteamericano, rogándole que detuviera la agresión contra su pueblo; en vano…

Emilio Aguinaldo, que había llegado a Filipinas meses antes a bordo de un barco de guerra americano, fue apresado por los norteamericanos. Su substituto, Mario Sacay, fue convocado por el gobernador norteamericano con una oferta de armisticio; cuando acudió, fue detenido y ejecutado.

Se calcula que, hasta 1913, murieron entre un millón y un millón y medio de ciudadanos filipinos, de los cuales solo veinte mil eran combatientes

Los norteamericanos aplicaron una política de exterminio de la población civil, similar a la que más tarde llevaron a cabo durante la Guerra del Vietnam: quema de aldeas, asesinatos indiscriminados, violaciones y torturas, especialmente la conocida como «curas de agua»… El general Jacob H. Smith, llegó a ordenar «no hacer prisioneros y matar a todos los mayores de 10 años». Se calcula que, hasta 1913, murieron entre un millón y un millón y medio de ciudadanos filipinos, de los cuales solo veinte mil eran combatientes. Las bajas norteamericanas fueron de cuatro mil quinientos hombres. Al final de la guerra, el censo norteamericano estableció la población de Filipinas en siete millones y medio de habitantes. Es decir, murió cerca del 16% de la población. Se lo llamó «el genocidio filipino».

Tras la derrota, Filipinas se convirtió en una colonia de los Estados Unidos, que impusieron su cultura y su idioma, aplicando, entre otras medidas, un régimen tributario regresivo que favoreció la concentración de grandes dominios en forma de latifundios que siguen siendo presentes en la actualidad. Filipinas era en 1898 el país del oriente asiático más próspero después de Japón. Veinte años después era una economía residual. Tras la votación del Congreso, el pleno reconocimiento de la independencia no se hizo efectivo hasta 1946.

Tras la derrota, Filipinas se convirtió en una colonia de los Estados Unidos, que impusieron su cultura y su idioma, aplicando, entre otras medidas, un régimen tributario regresivo

El que fue el primer presidente de Filipinas, Emilio Aguinaldo (1869-1964), afirmó en 1958 respecto a la pregunta de un periodista sobre si se arrepentía de algo en su vida:

“Sí. Estoy arrepentido en buena parte por haberme levantado contra España y, es por eso, que cuando se celebraron los funerales en Manila del Alfonso de España, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Y me preguntaron por qué había venido a los funerales del rey de España contra el cual me alcé en rebelión… Y les dije que sigue siendo mi rey porque bajo España siempre fuimos súbditos, o ciudadanos, españoles, pero que ahora, bajo los Estados Unidos, somos tan solo un mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias, porque nunca nos han hecho ciudadanos de ningún estado de los Estados Unidos…”.

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