Ishi con Alfred L. Kroeber (1911) / Wikimedia
Tal día como hoy… 29 de agosto del año 1911 encontraban a Ishi, el último de los indios yahi
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El 29 de agosto del año 1911, el sheriff de la población californiana de Oroville capturaba a un merodeador avistado por los vecinos cerca de un corral. Pero no se trataba de ningún vagabundo ni de ningún fugado, sino de un indio solitario que no hablaba inglés y que parecía en estado de salvajismo. Era Ishi, el último de los indios yahi.
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CV / En 1911 ya no estaba de moda matar indios, pero sí linchar negros y vagabundos, de modo que, con buen criterio, el sheriff puso al indio bajo su protección y comunicó el caso a la Universidad de San Francisco. Los antropólogos Alfred Kroeber y Thomas Talbot Waterman acudieron inmediatamente y se hicieron cargo de Ishi, que quedó bajo su protección.
Los yahi eran pocos, unos mil o mil quinientos a lo sumo, en 1848. Hacia 1865 se calcula que no quedaban más de cien
Aunque probablemente la mayoría no se enteraron sino por sus consecuencias, el Tratado de Guadalupe-Hidalgo (1848) no fue una buena noticia para las tribus indias que vivían en de la mitad norte de México, los territorios de Arizona, Nuevo México, Nevada y California que, junto a Texas, se incorporaron a los EEUU con este tratado. Porque no habría lugar para ellos en el nuevo orden que se avecinaba. Aquel mismo año, se descubría casualmente oro en el aserradero en Sutter’s Mill, cerca de Coloma. Se desataba con ello la «Fiebre del oro», que entre 1848 y 1855 llevó hasta California a cerca de medio millón de personas en busca del precioso metal. Y las guerras indias californianas, que supusieron el exterminio de la población indígena. En realidad no fue una guerra, sino un genocidio en el que por una cabellera india se pagaban 50 centavos, y cinco dólares por la cabeza entera.
Los yahi eran pocos, unos mil o mil quinientos a lo sumo, en 1848. Hacia 1865 se calcula que no quedaban más de cien. Tras la masacre de Three Knolls este mismo año, unos treinta supervivientes se retiraron a los bosques de las montañas, donde fueron extinguiéndose durante cuarenta años sin contacto alguno con los «rostros pálidos». Poco antes de Three Knolls, o poco después, había nacido Ishi.
En 1908, unos topógrafos que estaban realizando los estudios previos para la construcción de una presa, se encontraron, para su sorpresa, con un grupo de seis indios en estado salvaje. Entre ellos una mujer anciana y enferma. Cuatro huyeron inmediatamente, pero la mujer y su hijo se quedaron. La madre murió al poco tiempo, tras lo cual el hijo desapareció inmediatamente también. Era Ishi. Luego se supo que no pudo encontrar a sus parientes y que sobrevivió en solitario durante tres años, hasta que apareció en Oroville.
En un primer momento, fue llevado a la Universidad. Para un antropólogo, Ishi podía aportar un conocimiento precioso de una cultura que se consideraba extinguida y de la que no se sabía nada. Luego fue acogido por Waterman en su propia casa. En realidad no se llamaba Ishi –que en yahi significa «hombre»-. Su nombre nunca se supo, porque un yahi era tabú para él mismo. Para Ishi, según dijo, él ya no tenía nombre porque no quedaba nadie de los suyos para pronunciarlo. La información que pudo aportar fue difusa, debido al aislamiento social, pero sí fue muy valiosa en el aspecto lingüístico. Más o menos, y siempre bajo la tutela de Kroeber y Waterman, fue integrándose a medias, llegando a entablar una buena amistad con ellos.
Ishi, estaba acostumbrado a los bosques y las montañas, carecía de defensas orgánicas para vivir en San Francisco. Enfermaba con frecuencia y contrajo tuberculosis
Pero Ishi, estaba acostumbrado a los bosques y las montañas, carecía de defensas orgánicas para vivir en San Francisco. Enfermaba con frecuencia y contrajo tuberculosis, de la que falleció el 25 de marzo de 1916. Se calcula que tendría entre 50 y 55 años. Y su muerte suscitó una escabrosa polémica. Contra el criterio de los antropólogos, los médicos decidieron practicarle la autopsia –para los yahi, el cuerpo debe conservarse intacto- y luego fue incinerado. Todo menos el cerebro, que se envió para su estudio al Smithsonian.
Finalmente, sus cenizas fueron inhumadas junto a sus objetos personales en el cementerio de Mount Olivet. Su cerebro permaneció hasta el año 2000 en el Smithsonian, cuando siguiendo el dictado del National Museum of the American Indian (NMAI), fue entregado a la tribu Redding Rancheria, emparentados con los Yahi, que se supone que lo enterraron.
Theodora Kroeber (1897-1979), viuda de Alfred Kroeber (1876-1060), publicó en 1961 ‘Ishi in Two Worlds: A Biography of the las Wild Indian in North America’, y posteriormente ‘Ishi, the Las Yahi’ (1979), traducida como ‘Ishi, el último de su tribu’.
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También un 29 de agosto se cumplen estas otras efemérides
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