La encefalización humana, ¿concepto o artilugio?

Varias tendencias evolutivas tratan de explicar la encefalización humana / Pixabay

Las primeras herramientas, ¿antes o después de la encefalización? (entrega 10)

El paleoantropólogo Lee Berger proponía una hipótesis por el año 2000. En su libro In the Footsteps of Eve planteaba que entre los 2,8 y los 2,5 millones de años una fuerte intensificación del frío en el planeta volvió a reducir las selvas en el trópico y expandir sus sabanas. En el Rift africano eso conllevó su máxima desecación cerca de los 2,5 millones de años.

 

David Rabadà | Catalunya Vanguardista  @DAVIDRABADA

Todo aquello implicó que muchas especies selváticas, como ya estaba ocurriendo anteriormente, fueran reemplazadas por otras de sabana. Hoy en día bonobos, chimpancés y gorilas se hallan en recesión junto con sus bosques. Por aquel entonces el declive les tocó a algunos grupos de colobos, cercopitecos y australopitecinos. Quizás al ser muy especializados no pudieron adaptarse a la nueva situación.

Para el resto de simios, y si podían sobrevivir, las posibilidades eran dos, o especializarse otra vez o volverse más generalistas. Y eso mismo pareció ocurrir. En aquel contexto naciente, y desde aquellos simios bípedos y marchadores, florecieron dos alternativas evolutivas. Una rama devino muy especializada, robusta y de encéfalos pequeños, mientras que otra se volvió más generalista, grácil, y a la larga, de mayor volumen cerebral.

Paranthropus robustus / Wikimedia – José Braga; Didier Descouens

Aunque otros expertos discuten el contexto climático propuesto por Berger, la primera especializada correspondió a los llamados parantropos, antiguamente Australopithecus robustus y afines. Estos desarrollaron grandes mandíbulas con esmaltes gruesos adaptados a dietas abrasivas como semillas y raíces, aunque no desestimaban las proteínas de insectos y pequeños mamíferos.

Aún así conservaron la mayoría de características de sus antepasados, el grupo australopithecus. Por tanto mantuvieron su bipedismo marchador, el tronco más de simio que de Homo, brazos largos y piernas cortas, pequeña estatura, dimorfismo sexual acusado, caninos muy o totalmente reducidos, arco dentario en forma de herradura, y un cerebro muy pequeño.

Pero esta línea evolutiva parece que se extinguió de nuevo entre los 2 y el millón de años. Muchos de los ejemplares hallados corresponden a restos cazados e ingeridos por leopardos. Hoy en día su mayor competidor de entonces, los babuinos, ocupa su hábitat. Por tanto debemos suponer que este primate les ganó la partida a los parantropos. La evolución es un tren lleno de oportunidades o un atropello harto de fracasos.

La evolución es un tren lleno de oportunidades o un atropello harto de fracasos

La segunda tendencia evolutiva devino todo lo contrario que la anterior. Sus especies, en lugar de especializarse, ganaron mayor flexibilidad de adaptación a distintos ecosistemas, tanto en sabana como entre la protección de los árboles. Probablemente diversificaron más su dieta incorporando también carroña oportunista en la misma. Ello condujo a una no intromisión con el gran competidor por los espacios abiertos, los babuinos, quienes recordemos sustituyeron a los parantropos.

Y por otro lado este grupo de simios no especializados redujeron la tasa de depredación que sufrían sus congéneres parantropos ante los felinos. Al mantener una vida semiarborícola, y probablemente durmiendo en sus árboles, quizás disminuyeron el riesgo de depredación. De todo ello este grupo evolutivo sobrevivió y hoy en día parece que fue el origen de los primeros simios con grandes cerebros. Entre ellos estaría alguno de nuestros ancestros. Por lo tanto la encefalización devino una de nuestras claves evolutivas.

Nosotros poseemos un CE de 0,015 mientras que en un roedor medio resulta diez veces superior, de 0,1 / Pixabay

De todas formas la encefalización provocó partos dolorosos dado que el cráneo del bebé era mucho más voluminoso que la media del resto de simios actuales. El problema era que la cabeza pasaba a duras penas por el canal pélvico de la hembra y ello conllevaba dificultades en el alumbramiento. Se cree que ya el pequeño Australopithecus afarensis, de un metro de altura, ya sufría de esta chacra. De todos modos esta inconveniencia tuvo que ser menor que sus ventajas ya que la tasa de reproducción de los encefalizados aumentó, es decir, y con ello, nuestros ancestros ganaron mayor probabilidad de perpetuidad. Pero llegados a este punto cabe preguntarse por el concepto de encefalización y si éste no ha resultado un artilugio antropocéntrico al analizar nuestra evolución.

El peso medio del encéfalo de australopithecus, chimpancés y gorilas se estima sobre los 400 y 600 gramos. El nuestro halla una media de más del doble, de unos 1300 gramos

El peso medio del encéfalo de australopithecus, chimpancés y gorilas se estima sobre los 400 y 600 gramos. El nuestro halla una media de más del doble, de unos 1300 gramos. Pero si lo comparamos con los 5700 de un elefante nos deja fuera de lo máximo. Es decir, el valor absoluto del cerebro no sirve para discernir quién posee o no una encefalización mayor entre los mamíferos. Otra manera de abordar lo anterior es el Coeficiente de Encefalización (CE). Este se computa al dividir el peso del cerebro con respecto al corporal. Aplicando tal parámetro vemos que un ratoncito resulta ser más encefalizado que un humano actual. Nosotros poseemos un CE de 0,015 mientras que en un roedor medio resulta diez veces superior, de 0,1. El problema es lo que los biólogos llaman alometría. Es decir, la relación entre peso corporal y cerebral entre los roedores y mamíferos pequeños es mayor que entre los mamíferos de gran tamaño como nosotros. La pendiente que relaciona ambos pesos sigue diferentes tendencias entre unos y otros. En fin, que el CE no sirve para vislumbrar quien posee un cerebro mayor en nuestra evolución.

 

Índice de encefalización

Finalmente se estableció un nuevo parámetro llamado índice de encefalización (IE). En él se divide, y en grupos taxonómicos concretos, el Coeficiente de Encefalización observado con respecto al Coeficiente de Encefalización estimado. Este valor se compara con la recta de regresión del grupo entero y se observa si está o no por encima de la normalidad.

Los Homo actuales ostentan un cerebro tres veces superior a la media de su grupo evolutivo / Pixabay

Así se analiza por separado el IE de los primates con respecto al de otros mamíferos que presentan distintos índices de crecimiento corporal y cerebral. Si este IE deviene superior a 1 consideramos a la especie con un cerebro mayor de lo normal, y por lo tanto encefalizado, mientras que si es inferior a 1 deviene inferior.

Australopithecus africanus y afarensis rondaban el 1,3, los parantropos el 1,5, Homo erects y afines el 1,9, la mayoría de cetáceos el 2 y los humanos actuales el 2,9. Podríamos decir, y bajo estos cálculos, que los Homo actuales ostentan un cerebro tres veces superior a la media de su grupo evolutivo. Es decir, que nuestra encefalización no representa un artilugio conceptual ya que las matemáticas nos describen con un cerebro mayor a lo esperado. Ahora cabe ahondar en qué partes del cerebro se expandieron o redujeron para entender con mayor perspectiva nuestra evolución, algo que nos deparará grandes sorpresas y nuevas preguntas.

Este artículo es la continuación de una serie titulada “Prejuicios y Evolución Humana“, a cargo de nuestro colaborador científico, David Rabadà.

Entregas anteriores:

Prejuicios y evolución humana (1)

Parientes fósiles humanos ¿pocos o demasiados? (2)

El concepto de homínido, ¿realidad o prejuicio? (3)

La falsedad de los árboles evolutivos (4)

La evolución, mitos y prejuicios (5)

El Darwinismo, lucha y prejuicios (6)

El bipedismo humano ¿ancestral o novedad evolutiva? (7)

El bipedismo humano ¿causas o quimeras? (8)

El primer humano en marchar derecho, ¿quién y cuándo? (9)

Las primeras herramientas, ¿antes o después de la encefalización? (10)

 

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