La expansión de erectus por Europa occidental

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El Dr. Josep Gibert, y contra pronóstico, estableció un mínimo de 1,3 millones años para la entrada de Homo en Europa occidental. Sus descubrimientos por la región granadina de Orce dejaron claro que Homo llegó a este continente antes de lo que se creía por los años ochenta.

Excavaciones en Orce: la historia de una injusticia

 

David Rabadà | Catalunya Vanguardista  @DAVIDRABADA

Posteriormente otros expertos procuraron rebasar el límite ibérico de 1,3 millones años. Entre ellos hubo un arqueólogo que inició su doctorado en París bajo los De Lumley, los opositores a Gibert. Este experto devino codirector del yacimiento de Atapuerca publicando diferentes artículos sobre una mandíbula humana catalogada como TE9, y hallada en la Sima del Elefante en Atapuerca. La edad propuesta fue de 1,3 millones de años pero otros expertos la situaron sobre los 0,9.

Desgraciadamente ese pozo cárstico tuvo muchos desplomes que mezclaron y confundieron a los directores de Atapuerca. Sus dataciones andaron sobradas de polémica y la mandíbula TE9 también. Según el Dr. López Valverde, profesor en odontología de la Universidad de Salamanca, esta fue reconstruida bajo graves errores. La opinión de este experto fue que pegaron unos dientes sueltos a la mandíbula sin tener en cuenta que el individuo padecía de una profunda piorrea. Es decir, aquella mandíbula no podía albergar el soporte de esas piezas. Así lo logró publicar, y en contra de ciertas presiones, en marzo de 2011 en el British Dental Journal. La edad de la mandíbula continuó siendo motivo de discordia.

Por los años ochenta, Gibert fue pionero al intuir y demostrar la antigüedad de Homo más allá del prejuicio de los 500.000 años

Con independencia de todo lo anterior sí que hay yacimientos en Europa occidental que parecen rebasar el límite del 1,3 de Gibert. Los españoles de Barranco León con una antigüedad de 1,4 millones de años, los italianos de Pirro Nord de 1,5 y el de Valdarno con 1,95, más los franceses de Chilca de 2,1 y de Saint Eble sobre los 2,2 confirmaron el sueño de Gibert. En todos ellos, y por los años ochenta, Gibert fue pionero al intuir y demostrar la antigüedad de Homo más allá del prejuicio de los 500.000 años. Desgraciadamente, y cuando en 2007 Gibert logró demostrar gran parte de sus tesis, un cáncer derrumbó su vida. Hoy en día, y gracias a hombres como Gibert, la diáspora de Homo por Europa occidental es mejor conocida.

 

La diáspora de Homo por Europa occidental

Pero la pregunta clave es qué facilitó, y por aquel entonces, la diáspora de Homo por Europa occidental. Según parece la expansión europea de erectus vino regulada por la biodiversidad y el tamaño de sus carnívoros coetáneos.

Entre los 1,4 a 0,8 millones de años los carnívoros europeos eran muy diversos y de gran tamaño, algo que conllevó que los restos óseos asociados a campamentos de erectus presentaran una acción muy baja de cortes y aplastamientos, cerca del 2 %. Es decir, la competencia entre humanos y otros depredadores era tan elevada que los Homo desarrollaron más estrategias carroñeras de campo que cazadoras en campamentos.

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Pero posteriormente a aquella etapa el porcentaje de restos óseos procesados por Homo en sus campamentos ascendió hasta el 20 %. Así lo publicaron en 2010 Madurell y otros autores en Quaternary Science Reviews. Según estos expertos, y antes de los 0,8 millones años, los erectus convivían con enormes felinos y hienas gigantes. Ante tal competencia sus acciones sobre las carcasas fueron menores y de carácter carroñero. El uso del modo de talla I fue asociado a esa estrategia.

Cerca de los 800.000 años los depredadores y carroñeros disminuyeron en tamaño y variedad. Ello redujo el nivel de competencia y los erectus pudieron acceder a un mayor número de carcasas, e incluso organizar más cacerías bajo un nuevo modo de talla que ya fue inventado en África, el II. Muestra de ello fueron los bifaces de Zamborino, Granada, con una edad de 760.000 años, los de Gesher en Israel de 780.000, o los de Cueva Negra y Cueva Victoria en Murcia de unos 900.000.

En Europa occidental coexistieron ambas técnicas de talla durante unos miles de años hasta la expansión definitiva del modo II cerca de los 700.000 años

Ello indica que en Europa occidental coexistieron ambas técnicas de talla durante unos miles de años hasta la expansión definitiva del modo II cerca de los 700.000 años. Cabe recordar que el modo I eran nódulos canteados por un extremo y esquirlas sueltas que algunos confundían con gravas fluviales. Recuérdese el caso de uno de los codirectores de Atapuerca en el yacimiento de Vallparadís en Terrassa. Allí se publicaron unas brechas fluviales como lascas del modo I.

Sea cierta o no la hipótesis de Madurell, por ahora parece muy lógica ya que encaja con el registro fósil de erectus por la península. Ejemplos de ello son los líticos de modo I en el nivel TD4 en Atapuerca de unos 900.000 años, la mandíbula de Sima del Elefante también en Atapuerca con un mínimo de unos 900.000 años, el resto craneal de Venta Micena con 1,3 millones de años, o el molar de Barranco León con una antigüedad de 1,4 millones de años. Pero, ¿de dónde procedían todos estos Homo?

 

¿África o Asia?

Durante algunos años Gibert y Agustí pensaron en una llegada de erectus directamente desde África por el estrecho de Gibraltar. Pruebas de ello hubo en base a faunas africanas presentes en la península ibérica, o en ciertas islas que habrían hecho de puente entre un continente y otro. Pero en agosto de 2008 un análisis dentario publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science ofrecio otra visión.

Según sus autores la morfología molar de los erectus europeos se asemejaba más a los asiáticos que a los africanos. Es decir, la hipótesis más lógica era suponer que los erectus de Europa occidental entraron desde Asia. Si a ello añadimos que Homo ya se había extendido por Asia cerca de los dos millones de años, todo devenía bastante consistente. El gran problema residía en el tránsito entre estos erectus y los humanos posteriores.

La hipótesis más lógica era suponer que los erectus de Europa occidental entraron desde Asia. El gran problema residía en el tránsito entre estos erectus y los humanos posteriores

Desde los posibles Homo tempranos de 2,4 a 1,5 (aff. rudolfensis), pasando por los africanos y asiáticos de 2 a 1,3 (aff. ergaster, georgicus, Sangiran 4 y 17, Gongwangling), hasta los erectus clásicos de 1 a 0,5 (pitencantropos chinos y los africanos OH 12) transcurrieron dos largos millones de años.

Por desgracia, y para confundir más el asunto, no había cladogramas claros y acordados entre todos los expertos. Por eso algunos autores hablaron de más de una especie dentro el grupo erectus. En cambio otros, y ante la diversidad actual de sapiens, muy superior a todos los erectus, justificaron una sola especie bajo el grupo erectus.

En la lógica parsimónica se hallaba más la segunda opción, una sola especie bajo Homo erectus, pero algunos paleontropólogos, y con sus múltiples especies, defendieron muchas variedades como entidades distintas. Independientemente de todo lo anterior ahora cabe afrontar qué pasó con todos estos Homo al final de su camino por Eurasia.

Este artículo es la continuación de una serie titulada “Prejuicios y Evolución Humana“, a cargo de nuestro colaborador científico, David Rabadà.

Entrega anterior: Homo erectus y su expansión mundial (entrega 20)

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