La paradoja del Brexit

Hablar de Europa sin el Reino Unido –o sin Inglaterra- es también como hablar de una entidad incompleta

El Brexit, una amputación del propio concepto de Europa

 

Xavier Massó_editedXavier Massó / Catalunya Vanguardista

El Brexit produce en principio una sensación ambivalente y contradictoria. Por un lado, y desde una perspectiva que genéricamente denominaremos como «europeísta», parece claro que una de las razones primordiales que indujeron en su momento a Gran Bretaña a entrar en la UE fue la de evitar que la cosa fuera a mayores. Que quedara como una unión económica al servicio de los grandes poderes y evitar a cualquier precio que se avanzara en cualquier atisbo de proyecto que, siquiera remotamente, apuntara hacia una unificación política. No en vano, la política británica durante los últimos cinco siglos ha consistido en jugar las cartas necesarias para evitar que en el «Continente» -como ellos lo llaman- surgiera una potencia hegemónica que amenazara con unificarlo más o menos. No se trata de valoraciones, sino simplemente de constataciones.

Es evidente que la salida británica refuerza el papel de una Francia últimamente muy venida a menos

También parece claro que el Reino Unido ha sido el mejor aliado de Alemania en la UE, o como mínimo de la Alemania de Merkel en sus veleidades neoliberales. No han sido a ello ajenas tampoco las incorporaciones precipitadas de nuevos países, que han frenado cualquier proceso de progresiva cohesión europea, en beneficio exclusivo del criterio económico alemán. Aun así, es cierto que se ha avanzado mucho, y que a algunos les puede parecer demasiado, pero también que se ha llegado a un punto que amenaza con la implosión mediante su disolución por ampliación indiscriminada. Desde este punto de vista, la salida británica dejaría en precario a Alemania, que lo tendría más difícil para resistir las presiones francesas, italianas y españolas, a poco que estos países fueran capaces de unificar criterios, lo cual es, por otro lado, bastante dudoso. En cualquier caso, es evidente que la salida británica refuerza el papel de una Francia últimamente muy venida a menos. Visto así, el Brexit hasta podría resultar beneficioso para el proyecto europeo en sus aspectos social, cultural y político, tan abandonados hoy en día.

Sin embargo, por otro lado, hablar de Europa sin el Reino Unido –o sin Inglaterra- es también como hablar de una entidad incompleta, como un cuerpo con algún significativo miembro amputado o con alguna parte de su cerebro paralizada. Aunque amparada en su condición insular, Gran Bretaña es parte intrínseca de Europa y no se puede entender a ésta sin aquélla. Ni su historia ni lo que constituye, en definitiva, eso que llamamos la cultura y la civilización occidentales. Como mínimo desde Alcuino de York, hasta Occam, Shakespeare, Newton, Adam Smith o Hume, por citar sólo a algunos, Europa, o lo que queramos entender por Europa, no hubiera sido en ningún caso lo mismo sin los británicos.

Y si frente a la Europa más estrictamente mercantilista que tanto ha promovido el Reino Unido, sería pensable a partir del Brexit otra más social, cultural y política, precisamente en base a esto mismos criterios, el Brexit es entonces una amputación del propio concepto de Europa. Toda una paradoja.

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