Las muertes de Prim

Atentado contra la vida del general Juan Prim en la calle del Turco, la noche del 27 de diciembre de 1870.   Wikipedia

El último apuñalamiento del general Prim

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Xavier Massó  x.masso@catalunyavanguardista.com

Las recientes «revelaciones» sobre las causas de la muerte del general Prim, a partir de las autopsias que se han practicado sobre su cadáver, en lugar de contribuir a un mayor esclarecimiento de tan brumoso magnicidio, han tenido precisamente un efecto contrario: oscurecerlo aún más.

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Juan Prim y Prats / Wikipedia
Juan Prim y Prats / Wikipedia

Hasta hace muy poco, los enigmas sobre la muerte de Prim se habían centrado en las autorías intelectuales y materiales que, respectivamente, urdieron y llevaron a cabo el atentado que acabó con su vida. Como Julio César, muchos siglos antes, o como Kennedy, casi un siglo después, nadie en su sano juicio dudó, desde un primer momento,  que se trataba de un poderoso complot en el cual, como dijo en su momento Valle-Inclán, más bien parecía que algunas pistas estuvieran allí con la intención de desviar y confundir a los investigadores. Pero nadie hasta ahora había puesto en duda el relato de los tres días que van del 27 de diciembre de 1870, en que sufrió el atentando, a las 19:30h en la calle del Turco, hasta la noche del 30, en que murió. Ahora, en cambio, sí.

Según la versión oficial, Prim llegó a su casa herido de gravedad, pero no mortalmente, en el hombro izquierdo y en la mano, y subió las escaleras por su propio pie. Al tercer día, la infección de las heridas produjo los accesos febriles como consecuencia de los cuales murió.  Se ha hablado de una posible mala praxis médica, que no habría sabido evitar la septicemia. Cuando, ante el evidente deterioro del enfermo, el secretario de Prim llamó al prestigioso Dr. Sánchez Toca, su diagnóstico fue lapidario: “Me trae usted a ver un cadáver”. Eran las 16:30h del 30 de diciembre. Pocas horas después, Prim fallecía.

Esta versión ha sido cuestionada por algunos de los que  han participado en las autopsias. Dichas nuevas versiones son, básicamente, tres.

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Teoría de la suplantación

Prim murió desangrado en el mismo momento del atentado, o estrangulado nada más llegar a su casa. Esta afirmación se sustentaría en el orificio que presenta su vestimenta en la parte trasera, por donde habría salido un proyectil mortal de necesidad. Por razones de estado, entre las cuales serían determinantes los designios de los inductores del asesinato, encabezados por el general Serrano -a la sazón regente-, se habría ocultado su muerte inmediata hasta que la situación estuviera controlada.

Por esta razón, además, no se le habría tomado declaración alguna a Prim: porque ya estaba muerto. Todo lo que se cuenta sobre su agonía serían invenciones destinadas a dar verosimilitud al relato hasta tres días después de su muerte.

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Teoría del estrangulamiento

Prim llegó, efectivamente, vivo a su casa, fueran o no mortales sus heridas, pero ante el temor de que pudiera sobrevivir, fue rematado en su cama por estrangulamiento. Tal hipótesis se basaría en las señales detectadas en el cuello durante la autopsia.

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Estrangulamiento y apuñalamiento

La más reciente de las nuevas «revelaciones», aparecida en los medios de comunicación hace apenas unos días. Según esta versión, se ha detectado un orificio en la espalda del cadáver que todo indicaría que se debe a un apuñalamiento. Ante el temor de que Prim sobreviviera, un sicario introducido en su cámara habría rematado la faena.

Por su parte, el equipo oficial de médicos forenses de la UCM, desmintió tales versiones y aseguró que no se podía determinar concluyentemente nada de esto.

La polémica suscitada en el plano mediático ha abundado en descalificaciones e improperios de tono más que subido entre los defensores de las distintas versiones, cargando especialmente contra la versión oficial como si, aún hoy en día, alguna poderosa sombra siguiera proyectándose sobre cualquier intento de determinar la verdad sobre la muerte de Prim.

En mi modesto criterio, poca cosa hay más allá de lo anecdótico en lo que a estas nuevas versiones atañe. Y de seguir pesando alguna maldición sobre la muerte de Prim, no sería ya otra que el afán de notoriedad mediático. Porque hay dos elementos en toda esta polémica que me parece necesario constatar: La primera es que estamos en un debate que, si de lo que trata es de establecer desde un punto de vista médico la causa de la muerte de Prim, a quienes corresponde es a los especialistas científicos forenses y criminólogos. Pero resulta que no se ponen de acuerdo. La segunda, más relevante, es que lo único que demostraría cualquiera de estas tres versiones, es que los inductores del asesinato de Prim eran personajes muy, pero que muy poderosos… Pero esto ya se sabía desde siempre. ¿Aporta entonces alguna novedad?

Resulta algo difícil de concebir que, en su propia casa, rodeado de familiares, colaboradores, amigos, médicos, servidumbre y guardia leal, sin excluir a los periodistas, se pueda simular que esté vivo alguien que ha llegado muerto, o que, estrangulado y apuñalado una vez allí, se corra un tupido velo que cubra absolutamente, y sin ninguna excepción, a todos los directa o indirectamente implicados. No sólo estaríamos hablando de cómplices en sus círculos más allegados, sino de «todos» sin excepción. Una trama de complicidades más bien inverosímil… demasiadas personas implicadas.

Gobierno provisional de 1860 (Prim es el cuarto por la izquierda)  (Foto de J. Laurent)./ Wikipedia
Pacto de Ostende. Prim es el cuarto por la izquierda / Wikipedia

Las otras dos versiones tampoco aportan grandes novedades en lo referente a la trama. Porque los sicarios que llevaron a cabo el atentado, se sabe más o menos quienes fueron. Y en lo referente a los inductores, desde un primer momento se apuntó hacia los mismos que se sigue apuntando ahora: Serrano, Montpensier, Paúl y Angulo…

Pero a lo mejor es que se está buscando en la dirección equivocada. Porque hay tres hechos constatados que merecerían ser dignos de atención, y que lo que parecen revelarnos es que, más allá de los sospechosos habituales, apuntan hacia alguien que acaso fuera el auténtico cerebro de la conspiración. El primero, las elusivas confidencias de Pérez Galdós a Pío Baroja, reveladas por su sobrino Caro Baroja; el segundo, la interpolación que Valle-Inclán demostró que se había realizado en las memorias de Ricardo Muñiz; el tercero, la mutilación del sumario judicial, un siglo después.

Las investigaciones judiciales del asesinato de Prim no condujeron a la inculpación de nadie

Las investigaciones judiciales del asesinato de Prim no condujeron a la inculpación de nadie. Paúl y Angulo, enemigo declarado de Prim, y tenido popularmente por su ejecutor, diputado republicano, federalista y radical, ni siquiera es mencionado en el sumario. Por su parte, siempre negó haber tenido nada que ver con el atentado. Años después, desde Francia, publicó “Los asesinos de Prim y la política en España”, desvinculándose completamente e inculpando a Serrano, a Montpensier y a los borbónicos alfonsinos. Murió en París, en 1895.

Otro posible inductor era Antonio Mª de Orleans, duque de Montpensier, cuñado de Isabel II y aspirante al trono español. Su secretario, Solís Campuzano, fue imputado y liberado sin cargos. Montpensier era también el padre de la primera esposa de Alfonso XII, María de las Mercedes de Orleans. Murió de un ataque de apoplejía mientras estaba cazando patos en su finca de San Lúcar de Barrameda, en el año 1890.

También está el general Serrano, a quien Prim había relegado a una regencia meramente testimonial. Un policía de su camarilla, Pastor, fue imputado inicialmente, pero Serrano paralizó toda diligencia en este sentido.

La versión historiográfica oficial de la muerte de Prim fue que el atentado había sido urdido y ejecutado por el diputado republicano federalista y radical, José Paúl y Angulo, al frente de una cuadrilla de sicarios correligionarios suyos. La versión oficiosa, que fue arraigando en el imaginario popular, apuntó desde el primer momento, como inductores, hacia Montpensier y el general Serrano, ambos enemigos políticos declarados de Prim.

 

Amadeo I  frente al féretro del general Prim. Obra de Antonio Gisbert, 1870 / Wikipedia
Amadeo I frente al féretro del general Prim. Obra de Antonio Gisbert, 1870 / Wikipedia

En 1960, Antonio Pedrol Rius, decano del colegio de abogados de España y reusense notorio, publicó “Los asesinos de Prim”, basado en una concienzuda investigación de los 18000 folios que constituían el sumario 306/1870. Atribuyó la autoría a Paúl y Angulo y la supuesta financiación de la trama a Montpensier, cuyo móvil habría sido el resentimiento contra Prim, por haber apoyado éste la candidatura de Amadeo I a la corona española. Las supuestas complicidades de Serrano las sitúa Pedrol en un plano muy brumoso y, en todo caso, como cómplice pasivo. En resumen, un complot entre tirios y troyanos, unidos accidentalmente por su común odio hacia Prim, aunque por motivaciones muy distintas.

Vayamos ahora a por los tres hechos citados más arriba, las confidencias de Galdós, las interpolaciones descubiertas por Valle-Inclán y la mutilación del sumario.

Paúl y Angulo / Wikipedia
Paúl y Angulo / Wikipedia

Según Caro Baroja, Pérez Galdós le habría confesado a su tío que, posiblemente, Paúl y Angulo no era el culpable y que, en cualquier caso, había otros intereses y personas muy poderosos, pero que era muy pronto para hablar de ello, porque todo estaba aún muy reciente. Seguidor de Prim y con muy buena información de primera mano, cuando abordó el tema años después, en sus “Episodios Nacionales”, adoptó la versión oficial y situó a Paúl y Angulo como único culpable.

Lo de Valle-Inclán es mucho más explícito. Se cuenta que Prim dijo haber reconocido la voz de Paúl y Angulo entre los sicarios que le dispararon. Pero el origen de esta «prueba» es totalmente apócrifo, como demostró brillantemente Don Ramón.

En realidad, tal versión surge años después, al publicar se póstumamente las memorias de Ricardo Muñiz, secretario de Prim. Pero allí irrumpió Valle-Inclán, demostrando que el párrafo que aludía a tal hecho era una interpolación introducida posteriormente. Se da el caso que los editorialistas de esas memorias habían sido en su momento acusados deformar parte de la cuadrilla que asesinó a Prim.

Y finalmente, la mutilación del sumario a partir de 1960, posterior a la publicación del libro de Pedrol Rius. Un expolio acreditado y que no obedece al simple deterioro natural de un material descuidado. De 18000 folios en 1960 –del cual ya se sabía que se habían «distraído» algunas partes en el siglo XIX- a 8000 cuando, con páginas arrancadas y tomos enteros sustraídos.

La pregunta parece obvia ¿A quién podían inquietarle un sumario de hacía un siglo? Y la respuesta también: Alguien debía aparecer, siquiera indiciariamente, que aún noventa años después no interesaba que se pudiera relacionar con el atentado a Prim. Una poderosa mano que debió mecer la cuna y que acaso utilizó a Serrano y a Montpensier para la consecución de sus propios designios.

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Sagasta y Cánovas

Hay dos personajes en principio absolutamente ajenos a las investigaciones que se llevaron a cabo y a los cuales nunca se implicó ni tan sólo indirectamente, cuyas posteriores trayectorias les convirtieron, respectivamente, en los máximos dignatarios de la Restauración. Práxedes Amadeo Sagasta y Antonio Cánovas del Castillo.

Sagasta era el segundo de a bordo de Prim en el partido progresista, junto a Ruiz Zorrilla. Estuvo departiendo con Prim en su berlina hasta poco antes del atentado. Al partir, Prim se ofreció a llevarloen su carruaje, pero alegó otros compromisos y declinó la oferta. Posteriormente, Sagasta se convirtió en jefe de la oposición, en la parodia de parlamentarismo británico que fue la Restauración. Siempre se negó, obsesiva y hasta airadamente, a comentar nada sobre el caso Prim. Murió en 1902.

Antonio Cánovas del Castillo ya era, en los tiempos de Prim, el jefe del partido borbónico, partidario de la restauración monárquica en la persona del hijo de Isabel II, Alfonso XII. Inteligentemente hostil a  Prim y a la monarquía saboyana, jugó hábilmente sus cartas hasta conseguir su objetivo. El palacio de su lugarteniente y amigo, el duque de Sesto, tutor del futuro Alfonso XII en Inglaterra, estaba en la misma esquina de Alcalá con la calle del Turco. Algunos autores han sugerido que parte de la cuadrilla de sicarios se refugió allí después de cometer el atentado.

Cánovas fue el arquitecto de la Restauración y, al frente del partido conservador, se convirtió en el hombre más poderoso de España en el último cuarto del siglo XIX. Murió en 1897 y fue el segundo primer ministro español, después de Prim, en morir asesinado.

El hispanista irlandés Ian Gibson, en “La berlina de Prim”, insinúa la complicidad de una gran potencia extranjera

El hispanista irlandés Ian Gibson, en su recomendable novela “La berlina de Prim”, insinúa la complicidad de una gran potencia extranjera, que no podía ser otra que Inglaterra. Es sólo una novela, cierto, pero escrita por un historiador y con finalidades de verosimilitud histórica. Cánovas era probritánico; Alfonso XII se educó en Inglaterra y allí se pactó la restauración. Y en España no se movía un alma sin el conocimiento y el permiso de la Gran Bretaña…

Sea como fuere, lo cierto es que la muerte del general Prim sigue envuelta en un halo de misterio y que, probablemente, seguirá siendo uno de los mayores enigmas de nuestra historia. Tampoco es un personaje que resulte especialmente cómodo hoy en día. Concretamente, para el nacionalismo catalán se trata de un caso especialmente enojoso, obviando, además, que Prim no es sino la punta de lanza de muchos políticos y militares catalanes que, a lo largo del siglo XIX, participaron activa y significativamente en la política española, desde el carlismo, el liberalismo, el republicanismo… o desde los confesionarios reales. Pero con la Restauración, tal vez cada cual empezó a reescribir su propia historia. Puede que esta sea la última puñalada que se la ha propinado al general Prim.

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Fuentes y enlaces
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Pedrol Rius, Antonio

Los asesinos de Prim

S.L Civitas Ediciones, 1990 (1ª edición, Ediciones Tebas, 1960, hoy agotado)

http://www.casadellibro.com/libro-los-asesinos-del-general-prim/9788473987707/32864

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Anguera, Pere

El general Prim: biografía de un conspirador

Edhasa, 2003

http://www.casadellibro.com/libro-el-general-prim-biografia-de-un-conspirador/9788435026253/885902

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Fontana Bertrán, José Mª

El magnicidio del general Prim (Los verdaderos asesinos)

Akrón, 2011

http://editorialakron.es/cms/index.php?page=el-magnicidio-del-general-prim-de-jose-maria-fontana-bertran

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De Diego, Emilio

Prim: La forja de una espada

Planeta, 2003

http://www.casadellibro.com/libro-prim-la-forja-de-una-espada/9788408047797/896490

Mollá Ayuso, Fernando

De Reus a la calle del Turco

De Librum Tremens, 2013

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Gibson, Ian

La berlina de Prim

Planeta, 2012

http://www.lecturalia.com/libro/73873/la-berlina-de-prim

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Calvo Poyato, José

Sangre en la calle del Turco: una emocionante intriga en la España del general Prim

Plaza & Janes Editores, 2011

http://www.casadellibro.com/libro-sangre-en-la-calle-del-turco-una-emocionante-intriga-en-la-espan-a-del-genreal-prim/9788401339707/1862767

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Enlaces de interés:

http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/01/aih_01_1_049.pdf

http://www.madridvillaycorte.es/fontana-bertran.php

http://www.gorgas.gob.pa/museoafc/loscriminales/magnicidios/prim.html

http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/07/31/53d8b32a22601daf7a8b457b.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Prim

 

4 Comentarios

  1. Estimado señor observó por ka bibliografia consultada que tiene Vd muy mala informacion Llama a Gibson historiador lo que mueve a risa El misterio de la muerte ha sido resuelto pero algunos como Ud no se han enterado Lea Matar a Prim Planeta 2014 Y conozca lo que paso

  2. estimado señor la bibliografía utilizada no le permite conocer la verdad El artículo está lleno de errores Lea Matar a Prim de editorial Planeta y podrá enterarse de que el misterio de la muerte de Prim esta resuelto El estudio médico forense ha aportado a su conclusión que fue tiroteado apuñalado en
    Su lecho y estrangulado a lazo Prof Dr Francisco Pérez Abellan

  3. Prof. Dr. Pérez Abellán:

    Le agradezco que me exima de tantos errores como cometo en mi artículo –que por otra parte, no cita- atribuyéndolos a tan deficiente bibliografía como la que reseño. En mi triste condición de desautorizado por usted, sólo puedo decirle que, cualquiera de los citados me merece enorme respeto intelectual, tanto por su solvencia, como por el rigor que acreditan, sin necesidad de descalificar arbitrariamente a nadie. Se lo aseguro porque a algunos los conozco. Aunque no sea yo, desde luego, quien haya de irrumpir en su defensa… se bastan y se sobran.

    Sí he de decirle, ello no obstante -ya sabrá usted aquello de “excusatio non petita, acusatio manifiesta”-, que en ningún momento he descalificado sus tesis sobre las causas médicas de la muerte del general Prim, entre otras razones porque al no ser médico –mis especialidades son otras-, dejo este tema en manos de los expertos. Como sin duda usted ya habrá percibido, tiendo a pensar que en disciplinas humanísticas –siguiendo a Max Weber- una cosa es la descripción (Erklären), y otra la comprensión (Verstehen). Sólo por esta razón me he permitido plantear la inverosimilitud “comprensiva” de una conspiración de silencio de tal magnitud como la que se requeriría para mantenerla, frente a alguna, que no todas, de las evidencias “descriptivas” aportadas recientemente.

    Muy agradecido por su participación, reciba un cordial saludo.

    Xavier Massó

  4. Sr. Massó:
    No vale la pena molestarse en contestar a ese señor, quienes lo conocemos, sabemos que lo mejor es ignorarlo.

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