Padres justificadores, hijos dictadores

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Existe una clara relación entre la educación inicial de los críos y el desarrollo de sus capacidades personales y estudiantiles. La intervención materna y paterna en la más temprana infancia condiciona en gran medida los resultados académicos futuros. De hecho, existen ciertas tendencias, jamás universales, entre prototipo familiar y rendimientos escolares.

 

David Rabadà | Catalunya Vanguardista @DAVIDRABADA

Los perfiles de padres que van a describirse han sido el resultado de miles de casos reales entre escolares, entrevistas con sus progenitores y clases en ocho centros distintos. Estas tendencias no deben casar necesariamente con la realidad de cada uno. Cuando algo tiende a algo solo significa que se le acerca y no que sea eso mismo. Valga el ejemplo del horóscopo. Si uno lee el suyo todo parece encajar sin darse cuenta de que las valoraciones cualitativas se aproximan en gran manera a todo mortal pero que en realidad no corresponden a su identidad al cien por cien.

<< El trabajo le traerá alguna complicación (y a quien no), pero en asuntos personales la cosa irá mejorando durante el día (cuando te vayas a dormir y te olvides de todo). Cuide la salud (algo que todo el mundo debe procurar) >>

Pongamos ahora el caso de unos gemelos univitelinos y lea su horóscopo. Al final ellos son distintos y su vida también, las estrellas no determinaron su futuro, aunque el periódico intente insinuarlo. Pruebe ahora a leer el horóscopo del vecino y casi seguro que le parecerá también el suyo. En fin, que en todos ellos se verá reflejado en parte. En los perfiles familiares que van a describirse no sea hipocondríaco, no vaya a verse en todos, uno no posee todos los horóscopos. Estas tendencias familiares son tendencias con sus más y sus menos.

Jamás una clasificación es la realidad, la realidad es uno mismo y no la casilla donde le han dicho que encaja. Sea objetivo y no se deje llevar por el síndrome pulga

Los perfiles aquí definidos corresponden a familias con hijos que han fracasado parcial o totalmente. La mayoría de las familias como la suya no tienen graves problemas que resolver. Piense que su interés por leer ya le descarta de muchos de estos sectores. Aquí se exponen los casos extremos de fracaso escolar que se insiste, son grupos de tendencias y no la realidad. Los humanos clasificamos lo observado para dar algo fácil que digerir a nuestro ancestral cerebro. Jamás una clasificación es la realidad, la realidad es uno mismo y no la casilla donde le han dicho que encaja. Sea objetivo y no se deje llevar por el síndrome pulga.

<< Por una que me dijeron que había, me picaba todo el cuerpo >>

No se rasque mucho ante los próximos perfiles, sólo analice si otros educadores pertenecen o no a tales tendencias. De todo ello obtendrá una información brillante para detectar a todos aquellos educadores con posibles deficiencias.

 

Los educadores justificadores

         Ver la paja en ojo contrario, pero no ver la viga en el tuyo es harto común en los humanos. A menudo nos percatamos de los defectos ajenos y nos cuesta horrores reconocer los nuestros. A todo esto se le llama subjetividad. La evaluación de nuestros hijos está llena de ésta por una simple razón, el amor que sentimos por ellos. En fin, que el querer no resulta una lente objetiva aunque sí formativa. Recuerdo el caso de una madre que ante todos los suspensos de su hijo le justificaba así:

–          El niño estudia mucho, ¿sabe? El otro día se pasó tres horas en su habitación sin poner la tele.

Pero no estudió, sólo apagó el televisor, algo que no explicaba los suspensos en educación física, ciudadanía y plástica. Otra madre me argumentaba lo siguiente.

–          Es culpa de los profesores, todos le tienen tanta manía a mi Christian, que por eso suspende todas las áreas.

Una tercera me afirmaba algo distinto.

–          Mi hijo en mates, es que verá, no es bueno. Las mates, es que le cuestan mucho, ¿sabe? Él sólo estudia lo que le gusta.

Y una de las peores se quejaba de la siguiente manera.

–          ¿Qué mi hijo es soberbio? Todos los adolescentes lo son. Yo me pregunto entonces que nivel de soberbia es capaz de admitir usted como docente. Él, mi hijo, es como yo, y le comprendo perfectamente. Yo hago igual que él.

Ser soberbia. Y no había duda que así lo hacía. Añadiré lo que luego dijo el padre de este alumno durante la misma entrevista.

–          ¿Me está diciendo que mi hijo no se comporta bien en clase? Usted a mi hijo no le conoce en absoluto, él es muy sensible, hasta defendió el NO a la guerra de Iraq, ¿por qué no se meten con otros de su clase que fuman porros, van rapados y llevan símbolos nazis? – que casualmente eran los amigos con quien iba el sensible – Yo conozco muy bien a mi hijo, cosa que usted no. Deje que yo le eduque y usted dedíquese sólo a enseñar.

Aunque quizás el caso más triste, y real como todos los anteriores, fue el de un zagal muy díscolo y expedientado por todo el claustro en donde la madre le justificaba sentenciando como sigue.

–          Ustedes se lo han inventado todo. Sepan que mi hijo, a mi, jamás me mentiría – y años más tarde el chaval fue juzgado por robos.

Y si quieren añadamos otras afirmaciones de otros progenitores como: yo, a su edad, era igual y hacía lo mismo, u otra como, pero si es un niño, deja que haga lo que quiera, tiempo habrá que la vida le haga sufrir. O si lo prefieren lean el libro de Eva Millet, Hiperpaternidad, en donde hallarán centenares de casos bien descritos y ordenados por perfiles paternos. En fin, que los padres justificadores existen, nada más repasar los casos anteriores salta a la vista, pero ¿cómo pueden ellos saber que lo son? Y lo más importante, ¿qué consecuencias acarrean en el comportamiento de sus hijos?

Los padres justificadores defienden a ultranza a su prole consciente o inconscientemente a pesar de la culpabilidad probada de ésta

Vayamos por partes, los padres justificadores defienden a ultranza a su prole consciente o inconscientemente a pesar de la culpabilidad probada de ésta. Suelen ser padres que felicitan cualquier mérito de sus hijos, les ríen la mayoría de las gracias y les compran muchos artículos de consumo. Puede que dediquen mucho tiempo a sus hijos, pero luego les dejan demasiada libertad de elección.

–          Mi Sergi no vino al cole ayer para estudiar en casa de su compañera de clase – añádase al asunto que Sergi jamás estudiaba y que la compañera era algo más que eso -. Y como se les hizo muy tarde estudiando, pues claro, le dejé que se quedara a dormir en su casa. A la mañana siguiente, y cansados como estaban, no pudieron ir al colegio. Por eso llegaron al centro a las tres de la tarde, como usted ya fue informado.

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Las justificaciones maternas al estilo anterior hacen que los hijos se adapten al ecosistema y a vivir que son tres días, más algunas noches de goce con la compañera. Los así adolescentes se transmutan en sujetos orgullosos y engreídos. Su autoestima y orgullo son tan fuertes que suelen mirar por encima del hombro al docente, todo ello a sabiendas que sus progenitores vendrán en su ayuda si lo necesitan, unos padres blandos, protectores, compradores y muy amigos de sus hijos.

–          ¡Que a mi no me ralles! ¡Que no me digas nada tío! ¡Que ya hablará mi madre contigo! ¿Te enteras profe? ¡Que me das asco!

¿Y los trabajos de estos alumnos en clase? Pues son nulos o inconstantes. Cuando lo necesitan se ponen las pilas y, si se lo proponen, aprueban, por lo que no suelen repetir curso, aunque afecten a la mayoría del grupo con sus arrebatos en el aula. La causa de todo esto es que en el colegio hay unas normas, pero en la familia unas muy pocas. Ante esta contradicción cabe preguntarse, ¿quién debe adaptarse a quien? Recuerdo a cierto pedagogo reformista declarar por televisión que los colegios deben adaptarse a las nuevas familias, que hay que hacer un esfuerzo para asimilar mejor la falta de disciplina familiar. En fin, y con ironía, que deberíamos dar la razón a la madre protectora que dijo:

–          Mi hijo, a mi, jamás me mentiría.

Por desgracia éste alumno se volvió popular por sus hurtos y fechorías. Como decía Inger Enkvist en su libro La Buena y la Mala Educación.

<< Si los padres defienden automáticamente a sus hijos en un conflicto sin averiguar antes lo que ha sucedido, están socavando no sólo la autoridad de la escuela, sino también la suya propia ante el hijo >>

Este artículo forma parte de una serie titulada “Fracaso escolar o fracaso político“, a cargo de nuestro colaborador, David Rabadà.

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