Tal día como hoy… 5 de marzo de 1616 la Iglesia católica prohibía el libro de Nicolás Copérnico
El 5 de marzo de 1616 la Iglesia católica condenaba solemnemente el libro de Nicolás Copérnico ‘De revolutionibus orbium coelestium’ -Sobre las revoluciones de las esferas celestes- y ordenaba su inclusión en la lista de libros prohibidos: el Index librorum prohibitorum. El libro sostenía la Tierra que orbitaba alrededor del Sol, y no al revés como se había considerado hasta entonces.
CV / Es posible que sorprenda en un principio que la condena sea relativamente tardía, incluso para los parámetros de la época. Copérnico (1473-1543) había publicado el libro el mismo año de su muerte. A primera vista, podría pensarse que tal vez las autoridades eclesiásticas no hubieran tenido noticia de ella hasta más de medio siglo después, pero no fue así. Era un modelo más o menos conocido, como mínimo entre los restringidos círculos científicos e intelectuales de la época. Sin embargo, la condena de la obra no llegó hasta 73 años después de su publicación.
En su momento, no se consideró una obra peligrosa, mientras que casi tres cuartos de siglo después se vio como una amenaza en toda regla
En realidad, se tuvo noticia de las tesis de Copérnico casi inmediatamente después de su publicación; incluso antes, en vida del autor. Las razones de su tardía prohibición son otras y están relacionadas con un cambio de posición por parte de la Iglesia frente a la ciencia. En su momento, no se consideró una obra peligrosa, mientras que casi tres cuartos de siglo después se vio como una amenaza en toda regla.
La cuestión fue que, en un principio, la Iglesia no había sido especialmente hostil a la ciencia, sino incluso todo lo contrario. Es sabido que Copérnico, además de astrónomo, matemático, médico, jurista y diplomático, era él mismo también clérigo. El problema vino cuando, sobre todo a raíz de la Reforma protestante, la Iglesia se sintió amenazada y se replegó sobre sí misma. Y entonces se percató de la gravedad de las tesis de Galileo, por sus repercusiones antropológicas y teológicas.
El heliocentrismo había sido defendido en la Antigüedad por algunos pitagóricos y por Aristarco de Samos, pero como sostienen la mayoría de historiadores de la ciencia, con los conocimientos que se tenían a mano en aquellos tiempos, lo más sensato era defender el geocentrismo; al menos si se pretendía expresar de una forma matemática. Además, intuitivamente también todo apuntaba al geocentrismo… Aristóteles sentó cátedra con su sistema de esferas en el siglo IV aC, y Claudio Ptolomeo lo sistematizó matemáticamente en el siglo II de nuestra era. Y así siguió más o menos durante el resto de la Antigüedad y a lo largo de toda la Edad Media.
El sistema de Copérnico no se planteó, al menos explícitamente, como un heliocentrismo cosmológico puro y duro sino más bien como una hipótesis Ad hoc
Hay que decir también que el heliocentrismo de Copérnico era muy matizado. Y que contra lo que se ha dicho en ocasiones, su expresión matemática no era más simple, sino al revés. Era de una extraordinaria complejidad, y a la vez que explicaba algunas de las irregularidades de las órbitas planetarias, incurría también en errores sobre otros aspectos previamente constatados o que quedaban sin explicar. En realidad, el sistema de Copérnico no se planteó, al menos explícitamente, como un heliocentrismo cosmológico puro y duro, sino más bien como una hipótesis Ad hoc, en el sentido de «si partiéramos de la base que el Sol fuera el centro, entonces podríamos explicar estas y aquellas anomalías orbitales». No cuestionaba, pues, al menos frontalmente, la doctrina cosmológica de la Iglesia. Aunque sí implícitamente.
Un seguidor de Copérnico, Tycho Brahe (1546-1601), añadió importantes observaciones y formulaciones matemáticas a la «hipótesis» de Copérnico, aplicando su sistema a la teoría geocéntrica oficial, que reformuló: para Brahe, el Sol y la Luna giran alrededor de la Tierra, que se mantiene inmóvil, pero Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno ya orbitan alrededor del Sol. Una transacción que preservaba el geocentrismo, pero sensiblemente alterado por la aplicación del modelo coperniquiano, que dejaba ya de ser una hipótesis «inofensiva» para resolver problemas, y pasaba a ser la descripción de la realidad cosmológica.
El heliocentrismo ya no era una «artimaña», un fingimiento que servía para integrar anomalías orbitales, sino la descripción de la estructura del universo
Luego vino Kepler, con sus órbitas elípticas, y Galileo… El heliocentrismo ya no era una «artimaña», un fingimiento que servía para integrar anomalías orbitales, sino la descripción de la estructura del universo. La revolución coperniquiana se empezó a mostrar en su auténtico alcance, y esto sí era un problema para la Iglesia…
Si Copérnico fue consciente o no de las implicaciones cosmológicas y el alcance real de su sistema, o si lo planteó como lo hizo para evitar eventuales ruidos con el Santo Oficio, esto es algo que no podemos saber. Lo que sí sabemos es que no era tonto; y, también, que tampoco sería la única vez que un descubrimiento genial desencadena revoluciones cuyo autor no previó. Sea como fuere, esto es lo que ocurrió.