Investigadores españoles y alemanes han demostrado que una proteína del tejido adiposo que puede pasar a la circulación, deteriora la función arterial, pudiendo contribuir potencialmente al desarrollo de complicaciones vasculares asociadas a obesidad y diabetes tipo 2. Este efecto nocivo puede contrarrestarse con un grupo de fármacos, los inhibidores de la DPP-4, que ya se emplean para normalizar la glucemia de los pacientes con diabetes tipo 2.
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