Una de las mayores perversiones del poder, tan comunes como lamentables consiste en ridiculizar a quienes ejercen el respeto a los animales. A menudo son pasto de las críticas e incluso de risas de quienes se consideran con la superioridad intelectual de quien ha olvidado uno de los mayores atributos del ser humano: su capacidad para convivir, cuidar y respetar la bondad animal.
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