El riesgo de sufrir un ictus isquémico, el más habitual de los accidentes cerebrovasculares, se reduce un 16% en aquellas personas que tienen zonas verdes a menos de 300 metros de su casa. Por contra, la exposición a contaminantes ambientales como las partículas finas, el dióxido de nitrógeno o el hollín, incrementa de forma significativa el peligro de sufrir un ictus isquémico.
Una combinación de tratamientos mejora el pronóstico de los pacientes de ictus de forma significativa. Los resultados demuestran que, administrando este tratamiento, se aumentan hasta un 59% las posibilidades de que el paciente obtenga una excelente recuperación y sin secuelas. Supondrá un cambio de paradigma en el tratamiento del ictus isquémico en todo el mundo.
El objetivo del estudio es validar un panel de biomarcadores que diferencian el ictus isquémico y hemorrágico con una simple gota de sangre mediante técnicas POC, conocidas como pruebas de cabecera en o cerca del sitio de atención al paciente.
Los altos niveles de ruido ambiental a los cuales estamos sometidos en las grandes ciudades pueden incrementar el nivel de gravedad, así como las secuelas, en caso de sufrir un ictus isquémico. Por contra, vivir cerca de zonas verdes hace caer este riesgo hasta un 25%.
Un estudio analiza una parte del genoma de pacientes que han sufrido un ictus isquémico y determina que sus edades biológicas no se corresponden con sus edades cronológicas, especialmente en los afectados más jóvenes. En general, los pacientes afectados de un ictus son biológicamente 3,3 años más viejos de lo que indica su edad cronológica.
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