Acuarela sobre la Toma de la Bastilla, pintada en 1789 por Jean-Pierre Houël. En el centro se observa la detención del alcaide, el marqués de Launay.
Tal día como hoy… 14 de julio de 1789 se producía la toma de la Bastilla
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El 14 de julio de 1789 se producía la toma de la Bastilla, acontecimiento revolucionario por excelencia, que se considera el inicio de la Revolución francesa. Consistió en la ocupación por parte de los revolucionarios de la prisión que había simbolizado el poder real y precipitó la caída del Antiguo Régimen.
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CV / Se cuenta que el dirigente comunista chino Zhou Enlai (1898-1976) –también escrito «Chou En-lai»- comentó en cierta ocasión que todavía era pronto para valorar las consecuencias de la Revolución francesa en todas sus implicaciones. Quizás tuviera razón, a saber… Los materiales con que está construida la historia son de una naturaleza que tal vez todo posible juicio sobre ella sea prematuro o, como mínimo, provisional. Lo que sí parece incuestionable es, en cualquier caso, que la Revolución francesa marcó el curso de la historia posterior hasta el punto de que, sin ella, no se podría entender el presente.

Luis XV, rey de Francia entre 1715 y 1774 había dejado una premonitoria frase para la historia: “D’aprés moi, le diluge”, o sea “Después de mí, el diluvio”. Hasta qué punto era consciente de lo que decía un monarca que no se caracterizó precisamente por su clarividencia es algo que ignoramos. El caso es que acertó. El siglo XVIII había sido en Europa, y particularmente en Francia, el de la Ilustración en lo intelectual, y el del despotismo ilustrado en lo político, un modelo cuya máxima era “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. En cierto modo también la siguieron la mayoría de los pensadores ilustrados. Pero al proyecto de la Ilustración le era también inherente ir más allá de su fase teórica. Y esto es lo que ocurrió.
Lo ejemplificó magistralmente Ettore Scola en su película ‘La noche de Varennes’ (1892). Los bien estantes pasajeros de una diligencia se ven increpados por los lugareños en un tramo de su ruta. Desconcertada, una aristócrata que viaja en ella se pregunta en voz alta qué ha tenido que ocurrir para que aquellas gentes, antaño tan humildes y serviciales, estén ahora repletos de odio y resentimiento. “Condesa, es que han descubierto que son pobres”, le replica otro pasajero…
La Bastilla era una fortaleza convertida en cárcel, situada en medio de París, que simbolizaba el poder real absoluto. Bastaba una orden del rey mediante una «lettre de cachet» para que cualquiera fuera encarcelado allí sin juicio. Pero en aquellos días estaba lejos de sus tiempos de máximo «esplendor». Resultaba cara de mantener y carecía de valor militar alguno. En realidad, en 1788 ya se había decidido su cierre. Su toma fue más que nada un acto simbólico que, eso sí, incorporó la caída de un régimen igual de obsoleto que el edificio.
La mañana del 14 de julio, unos mil ciudadanos armados irrumpieron frente a la Bastilla, luego se fueron incorporando más. Estaba defendida por unos 100 soldados, muchos de ellos inválidos. El asalto se cobró 100 muertos entre los asaltantes. Cuando la guarnición se rindió, a las cinco de la tarde, el alcaide de la cárcel y tres oficiales fueron linchados por la multitud y sus cabezas expuestas públicamente clavadas en sendas picas.
Cuando el pueblo de París asaltó y tomó la Bastilla, albergaba solo a siete presos: cuatro falsificadores, un enfermo mental, un antiguo conspirador y un aristócrata pedófilo e incestuoso, encerrado allí a petición de su propia familia para tranquilidad de sus hijas.
En memoria de los acontecimientos, el 14 de julio se celebra la fiesta nacional francesa.
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