No descubrimos nada nuevo al decir que El Pilar de Zaragoza es uno de los primeros templos católicos marianos del mundo al que acuden anualmente millones de peregrinos. Visitantes de la ciudad, sean creyentes o no, contemplan admirados el impresionante edificio barroco cuya estructura principal se inició a finales del siglo XVII (comenzaron las obras en 1681) según los planos del arquitecto real Francisco de Herrera, el Mozo.
Enrique Gil Bazán. Doctor en Geología (Paleontología).
En el siglo siguiente Ventura Rodríguez diseñó la Santa Capilla de la Virgen, siendo José Ramírez de Arellano el arquitecto y escultor a pie de obra en Zaragoza. Las espectaculares pinturas de Goya y sus cuñados, los hermanos Bayeu, terminaron de enriquecer artísticamente el edificio, que no se acabó hasta mediados del siglo XX.
La mayoría de los templos barrocos y neoclásicos suelen caracterizarse por una construcción en la que abundan grandes muros y espacios enlucidos con yeso, tanto exterior como interiormente, que después se cubren y decoran con retablos tallados en madera, policromados o dorados. (Fig. 1).
La mayoría de los templos barrocos y neoclásicos suelen caracterizarse por una construcción en la que abundan grandes muros y espacios enlucidos con yeso, tanto exterior como interiormente
Además, suele ser muy habitual reconocer en casi todos los antiguos templos de la cristiandad, y de otras confesiones religiosas, exóticas y vistosas planchas de piedra usadas con la pretensión de resaltar y enaltecer el valor religioso que contienen. Y eso contrasta enormemente con la primera imagen que ofrece el exterior de la basílica del Pilar de Zaragoza, que se sustenta en la utilización masiva del ladrillo, elemento constructivo muy usado en Aragón a lo largo de los siglos, además del yeso, y en especial en el valle del Ebro por la cercanía de afloramientos de arcilla, materia prima en la fabricación del ladrillo. Y es ese el motivo donde radica la dificultad de encontrar a muchos visitantes del Pilar que se interesen y sean conocedores, con anterioridad a su visita, de la gran variedad y riqueza de materiales pétreos que decoran y embellecen sus paredes y suelos, siendo este un sorprendente y enriquecedor descubrimiento añadido.
Citaremos aquí rocas que con mayor o menor calidad ornamental se utilizaron en los tres últimos siglos para “dignificar” el sagrado escenario de esta basílica zaragozana, utilizando al nombrarlas su correspondiente término de clasificación petrológica, muy alejado de denominaciones orientalizantes y poco precisas que suelen aparecer en algunos escritos y folletos divulgativos con información histórico-artística ofrecida al turista. Se pretende poner en valor, a través de este ejemplo, la enorme importancia y proyección social que la geología ha tenido y tiene para algo tan básico y necesario para la sociedad como es la construcción y decoración de edificios, ya sean civiles o religiosos, o en el urbanismo moderno.

Comenzando la visita frente a la fachada principal del Pilar, es de destacar que el pavimento de la plataforma exterior al templo es de roca granítica. La mayor parte de estas gruesas losas de granito se pusieron allí en la remodelación que se hizo en el entorno de la Plaza del Pilar llevada a cabo en 1991. En el suelo de las calles laterales y posterior de la basílica se reutilizó el granito que anteriomente a 1991 estaba en la plataforma principal, por lo que es claramente visible una diferencia en el desgaste de esos granitos debido a la diferencia de tiempo expuestos a la meteorización de los mismos. (Fig.2).

En la fachada delantera, el basamento de la misma, y en las columnas y tímpanos de las puertas de acceso al templo, el tipo de roca utilizada es arenisca calcárea de color marrón amarillento, siendo el basamento para las otras tres fachadas, las laterales y posterior, de roca caliza travertínica de color blanco. (Fig.3). Esta presenta muestras de haber sufrido procesos meteorizantes de tipo químico, con una capa de alteración de color negro de hasta 1 cm de espesor. Algunos bloques contienen restos fósiles de moluscos gasterópodos, tipo turritélidos. (Fig.4). Proceden estos materiales de las canteras de Fuendetodos (Zaragoza), conocida su explotación desde hace siglos, y de donde se extrajeron también los materiales calcáreos cenozoicos, de origen lagunar, para la restauración del cercano Puente de Piedra, sobre el Ebro.


En lo que respecta al suelo del interior del templo, y aunque conocidos popularmente como “mármoles”, se usaron en toda su extensión grandes placas de calizas marmóreas de color negro o blanco, dispuestas en configuración geométrica estrellada y entrelazada, y también varios tipos de otras calizas de color marrón claro, con irisaciones de origen algal y otras estructuras sedimentarias propias de bioturbación en su proceso de formación. (Fig. 5).

Todo el recinto basilical está recorrido por un zócalo de más de 50 cm de altura compuesto por placas rectangulares de una peculiar roca clasificable como un tipo de conglomerado, en concreto brecha calcarea. Determinada en el ámbito turístico como “jaspe de Ricla”, se caracteriza por presentar grandes cantos angulosos de color negro, de hasta más de 15 cm de longitud, empastados en una matriz carbonatada marrón oscuro, la cual procede de las canteras de rocas ornamentales calcáreas próximas a las localidades de Calatorao y Ricla (Zaragoza). (Fig. 6).

Por encima del zócalo se localiza el basamento de las paredes, que alcanza hasta algo más de 2 m de altura en todo el templo. Está revestido de placas de calizas algales, roca conocida como “piedra amarilla de La Puebla de Albortón”. Esta caliza algal es de color marrón claro, con irisaciones versicolores a zonas, lo que le confiere un aspecto abigarrado en su textura. (Fig. 7).

En la Santa Capilla de la Virgen distinguimos desde un punto de vista geológico varios elementos de gran interés. En primer lugar, las columnas que la sustentan, cuyo fuste o cuerpo principal se asienta sobre los materiales antes citados de zócalo y basamento. Citadas como mármol o “jaspe de Tortosa” pueden clasificarse como calizas brechoides marmóreas de color marrón, con tonos rojizos, y veteado blancuzco en algunas zonas. No son, por tanto, de la familia de los jaspes ni estrictamente un mármol. En segundo lugar, todas las piezas superiores de soporte de la cúpula de la Santa Capilla, arquitrabes y vanos, están compuestas por calizas algales, de color marrón claro, y de calizas negras marmóreas de las canteras de Calatorao, antes citadas. Son de gran finura textural y grano, al haber sido sometidas a procesos de cristalización de bajo grado metamórfico las calizas jurásicas con abundante materia orgánica de las que proceden. Verticalmente y junto a los arquitrabes superiores y en el fondo del camarín de la Virgen, encontramos placas de calizas marmóreas verdes, procedentes de canteras de “mármoles” y otras calizas metamorfizadas de la provincia de Granada. (Figs. 8, 9).


Mención especial merece el frente de la Santa Capilla y el trasaltar. Los dos grupos escultóricos frontales, el central, denominado “La Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza”, y a la izquierda, “Santiago y los convertidos”, fueron esculpidos por José Ramírez de Arellano a finales del siglo XVIII, y son de auténtico mármol de Carrara (Italia), al igual que los óvalos decorativos que rodean interiormente la capilla con relieves esculpidos por Manuel Álvarez. El lado derecho del altar está ocupado por el camarín de la Virgen del Pilar. Su figura, que es de finales del siglo XV, se sitúa en la cima del pilar pétreo. La tradición se decanta por atribuir como “jaspe” la naturaleza pétrea del pilar, aunque la contemplación del mismo por la parte de atrás, en el lugar exacto donde se venera y besa el pilar, hace pensar que se trate de otra caliza brechoide marmórea, semejante a la de las columnas que sustentan la cúpula barroca de la Santa Capilla. (Figs. 10, 11). El trasaltar, también presenta un altorrelieve del siglo XVIII en mármol de Carrara (Italia), del escultor barroco Carlos Salas. Igualmente, las 33 figuras que coronan el exterior de la Capilla de la Virgen, de varios autores, son de mármol blanco. (Fig. 12).



Además de la Santa Capilla de la Virgen, el resto del templo presenta dos puntos más de alto interés geológico, en cuanto a su especial relevancia petrológica. Uno de ellos es el retablo del altar mayor. (Fig. 13). Se trata de una obra escultórica de primer orden de comienzos del siglo XVI realizada por Damián Forment. Fue tallado en alabastro, variedad criptocristalina del yeso, material muy abundante en buena parte de los depósitos terciarios de la depresión del Ebro, sobre todo en la zona próxima a Zaragoza situada entre las localidades de Fuentes de Ebro, Quinto de Ebro, Zaidín, Rodén y Cincolivas.

Y por último, otro punto de interés petrológico es la capilla lateral de San Antonio. En ella, el retablo se realizó, sorprendentemente y casi en su totalidad, con placas y bloques pétreos de calizas negras de Calatorao, calizas brechoides semejantes a las de la Santa Capilla, y calizas algales, rocas todas ellas comunes en el muestrario geológico del interior del Pilar. (Fig. 14).

El conocimiento de estos datos petrológicos del Pilar debe permitir contemplar con otros ojos las obras de arte que este magnífico templo contiene, además de comprender que cualquier estructura arquitectónica de nuestro patrimonio cultural y artístico se sustenta sobre un soporte de naturaleza y procedencia geológica que resulta imprescindible para interpretar correctamente tanto la historia como todas sus manifestaciones artísticas.